131. ESTRO
La libreta de Alicia permanecía en blanco, dentro de su pequeña mochila, mientras atravesaba, sola y ensimismada, verdes paisajes septentrionales que observaba con atención. Ambulaba por aquellos senderos con la esperanza de rescatar los mundos que otrora se dibujaban en su cabeza. Cansada y algo sedienta, avistó una roca grande, que le sirvió para apoyarse, beber algo y recolocar la maltrecha plantilla de su bota. Pasados unos minutos, se incorporó, y aún con sus enseres en el suelo, oteó el horizonte, con el ceño fruncido y una débil mueca a causa de la claridad que acechaba sus pupilas. Lentamente, permitió que su gesto sobrio se transformara en una resplandeciente sonrisa. Se sintió parte de un microcosmos, en un pequeño universo creado por la inspiración de otro ser que la observaba y transcribía aquel momento en alguna obra que posteriormente sería compartida a su vez con otros. Con la sensación de formar parte de una realidad que le trascendía, retomó su camino, sin ser consciente de que de las páginas de su cuaderno brotaba una tinta de color azul que, como la lluvia en aquel campo, engendraba color y vida.
FRANCISCO, mirate las comas, bonita versión de esa historia o cuento. Suerte y saludos