113. Estudio (Ernesto Ortega)
A partir de 1977 los meteorólogos estadounidenses comenzaron a denominar a los huracanes con nombres masculinos, en lugar de utilizar únicamente términos femeninos como se venía haciendo hasta entonces. Tras más de tres décadas de estudios y análisis, el departamento de estadística ha podido comprobar que los efectos producidos por Amanda, Bárbara o Carmen no son ni más ni menos devastadores que los generados por Douglas, Eddy o Félix. Sin embargo, también hay datos que confirman que, pese a todo, Gilda, Hilary o Irene siempre acaban provocando, en el corazón de la población masculina de la costa Este, una extraña sensación de melancolía que se alarga durante varias semanas.
Muy ocurrente y original. El corazón de los hombres a veces parece inescrutable ¿verdad? Mucha suerte 🙂
Me gustó esa tormenta interior Ernesto.
Suerte, saludos.