31. Excelencia
Ya hace años que recibe cientos de cartas de mujeres. Jóvenes, mayores, algunas ancianas, otras casi niñas. Son cartas de amor radical, desesperado, inextinguible, le cuentan sus vidas, sus anhelos. Le piden solo una palabra, un gesto que les de esperanza, le ruegan que haga de ellas lo que quiera, pero que no las abandone, no sobrevivirían al silencio y al desprecio.
Él dedica los lunes a leerlas. Sin falta, ninguna ocupación puede distraerlo de su empeño de armar la más ingente colección de requerimientos amorosos que vieran los tiempos. Las lee con atención casi religiosa. Minuciosamente, le pega a cada una un trocito de papel blanco con su poético comentario escrito de puño y letra. Después, las va guardando en una hermosa cajita de madera alargada con forma de archivador, de modo que, cada martes, el coronel ayudante de campo solo tiene que abrirlo, ir pasando delicadamente los amarillentos sobres entre sus dedos y leer una y otra vez la reluciente tirita con su rítmico ripio, denegada clemencia, cúmplase la sentencia, firmado su excelencia.
Ignacio, sería una interesante colección de fotos las instantáneas de esas mujeres en el momento en que hayan descubierto lo infructuoso de sus peticiones! Suerte para tu excelencia.