55. Fado en mi menor
Tiago columbraba el cielo gris de Oporto a través de las ventanas. Las gotas de lluvia en los cristales hacían carreras fusionándose antes de llegar a la meta, o quizás esa fuera su meta. El tiempo se había detenido en aquella tormenta de otoño mientras Tiago podía ver a Amalia entrar del brazo de su padre en la impresionante iglesia de Santa Clara, él la esperaba nervioso delante del altar ante la atenta mirada de su madre, que nerviosa no paraba de mirar la arruga que había aparecido en el pantalón del novio. Oteando un gris horizonte, Tiago también traía a su mente la fantástica luna de miel en el Caribe y la noche que cenaron en aquel restaurante portugués donde se cantaban fados. Y fue mientras Tiago admiraba el aroma a colonia de bebé que transpiraba la habitación de su pequeña Mariza, cuando la voz adusta de Amalia le devolvió a aquel rancio despacho de abogados al socaire de la pertinaz lluvia atlántica:
—Tiago, por favor, debes firmar la demanda de divorcio.
Tu personaje rememora unos tiempos felices, que acabaron degenerando infierno, aunque durante un momento él parecía no querer saberlo y ha sabido engañarnos. Ya solo queda la rúbrica legal del fracaso, con la que su ensoñación ha vuelto a la realidad. Dicen que el papel lo sostiene todo, pero nada sabe de las heridas del alma.
Un relato más allá del desamor, con un paso del todo al nada que hace que nos compadezcamos del protagonista.
Un abrazo y suerte ¡campeón!
Ángel, gracias por tu comentario, siempre certero!
Esos recuerdos reconfortan o nos hacen daño? Quién sabe…
Recibe un abrazo!!! 😉
¡Vaya giro inesperado! Estaba esperando una tragedia en forma de viudez y me encuentro con la voz adusta de Amalia y un divorcio bien agrio.
Al menos sabemos que hubo un tiempo en que fueron felices, y esos son los recuerdos que hay que conservar.
Un abrazo y suerte.
Gracias por tu comentario, Rosalía!! Dicen que cada final es el inicio de algo, aunque los recuerdos permanezcan!!
Un saludo!!!! 😉
Los recuerdos tienen ese doble filo que muestras tan bien en tu relato.
Y a veces son tan reales que cuesta volver al presente.
Enhorabuena y suerte
Muchas gracias por tu comentario, Alberto!!
Cuesta volver, pero es necesario para vivir…
Un saludo!! 😉