104. Fe, esperaza y calidad (por B. Mrando)
Las tres patas de la mesa de los grandes logros. Grandes como una iglesia pequeña o una catedral de pueblo a medio hacer. Parte fundamental de las virtudes de todos los participantes de tan reñidísima competición como es esta.
Lentamente el ambiente se carga de maratonianos sermoneadores, los exorcistas más rápidos, los maldecidores más dañinos, estigmatizados de gran belleza, resucitados, mártires y reliquias de todos los niveles. Con toda la parafernalia que acompaña a un evento de este calibre: bulas al alcance de todos los bolsillos, merchandising celestial y demoníaco, compraventa de almas kilómetro cero, propuestas de nuevos pecados y penitencias, etc…
Tras la ceremonia de inauguración de esa mañana de diciembre, caracterizada por los cantos gregorianos, música de órgano de buen tamaño, incienso y los padrenuestros bisbiseados, se declaran abiertos los Juegos Milagrosos de verano. Esa misma tarde, la categoría de conversión de agua en vino de mejor paladar ya tiene vencedores, que esperan en el podio la entrega de medallas: La de oro de la Virgen Erosa a tiempo parcial, para el segundo clasificado la del Cristo Dopoderoso y molón y realizada en bronce la del Santo Matito ecológico.
Así es el deporte de élite.
Yo creía haber desbarrado mucho con el boxeador que acaba de monje tibetano, pero me has superado con creces. Estas olimpiadas del milagro y el prodigio no tienen parangón. Suerte.
Suerte por decir algo, no, Antonio? Que con esto no voy a ningún lado y lo sé al 100%.
Hala, así no necesito disculparme por no estar. No sería un desastre para este lugar, y ni siquiera se notaría mi falta, pero siento que tengo un contrato moral con este sitio.
Además, como no estoy yo para currarme un relato al nivel que me exijo, y puestos a hacer el ridículo, es mejor hacerlo a muerte y dedicarme a escribir mis chorradas, que salen fácil y rapidito.
Por otro lado, tiene que haber muchos perdedores para que haya unos poquitos ganadores. Y yo aporto mi granito de arena.
Enhoradades y felicibuenas a todos.
Pues a mí no me pilla de jurado, porque ya sabes que para mí, juegas en otra división. La de la genialidad a raudales.
Besazos
Es que tú me miras con buenos ojos.
Besismos.
Curiosas, cuando menos, estas élites deportivas de la que nos hablas de modo harto desusado en tu relato. Creo que, tras el rezo de unas cuantas jaculatorias, ese Dios, esa Virgen y ese Santo de nombres un tanto confusos le darán su aprobación con los laureles apropiados a semejante inventiva sazonada con algo, no se si creer, de ¿invectiva?. Suerte y saludos.
Me habla usted en idiomas esdrújulos, Sr. Garabato. Me temo que voy a tener que recetarle unos superventas de la más rabiosa actualidad: un capítulo cada 8 horas durante 2,64 días. Si los síntomas no remiten demándame.
Medalla de oro a la originalidad, está claro que derrochas imaginación y lo sabes plasmar en escenas llevadas al límite. Las categoría también merecen mención aparte, la de convertir el agua en vino, me ha parecido genial.
Muy divertido,
Un abrazo
Pues mira, ya tengo mi premio: si a una sola persona le ha parecido gracioso ya voy listo. Gracidas.
Besismos.
Pues estoy perdiendo las tres vistudes por momentos.
Besismos.
Me ha encantado por sorprendente y simpático. Mucho más divertido el relato que los Juegos de los que habla, seguro.
Estaba pensado yo, no me digas por qué, en los dopados, que siempre los hay. ¿Quieenes serían? ¿Los que manejan el incienso, los que se flagelan a la mínima?
Genial, muy divertido, en serio.