FEB09. EL TESORO MÁS QUERIDO, de Jerónimo Hernández de Castro
Mi primer novio era mexicano. Le gustaba cantarme una ranchera a voz en grito bajo su enorme bigote, cuando me veía a lo lejos: ¡tu retratito lo llevo en mi cartera!
Yo, roja como un tomate, a veces me escabullía sin dirigirle la palabra. Él reía fanfarrón y echaba a correr para reunirse conmigo y decirme aquellas ridículas picardías melosas que sólo recuerdo cuando veo a mi marido en el sofá.
Y quedó la nostalgia latente. Sobre todo cuando no nos gusta la realidad actual.
Buen micro, suerte
Gracias Miguel Ángel. Me alegro que te haya gustado. 🙂
Como dice Miguel, buen relato. Hay veces que uno se pregunta ¿Quée hubiera pasado? Saludo y suerte
Eso nunca se sabe! es la vida!
Pues eso, nostalgia y tal vez no haber sabido escoger. Lo bello que es que te canten rancheras…
Saludos y suerte
Anna J R
Pues muchas gracias un abrazo y muchas rancheras Anna 🙂
Me ha gustado, pero nunca se sabe si con el mexicano simpaticón no hubiera acabado con una cornamenta que no cupiera por la puerta o fuera un borracho pestilente.
Suerte y Un saludo.
PD. A mí, a pesar de ser un tío, también me cantaron rancheras y muchas, jajajaja…
Gracias Ricardo! qué suerte tienes 😉
Bueno la culpa es de las películas por dar esa imagen de los hombres mexicanos, ni hablar; pero el texto me gustó mucho; porque tiene mucho humor y enlaza muy bien el pretérito con el presente,es algo que me gusta en la escritura. Saludos desde México, jejeje, de un bigotón, ejejeje, no es cierto, yo soy mujer delicada como una flor jejeje Éxito.
Gracias Elizabeth! Un abrazo fuerte para México y que nunca dejemos de ser melosos con las «flores delicadas» ni con los bigotones como yo 🙂
Gracias Ana! me alegra que te haya divertido. Un abrazo 🙂