FEB162. SAGA FAMILIAR, de Begoña Heredia
Carmen abre las ventanas de la casa para que entre el aire y respiren las paredes. Era indiscutible que su tío había sido un buen fotógrafo de bautizos y comuniones, pero la limpieza nunca se le dio bien. Se remanga la blusa y se entrega a un baile de plumero y escobas. Mueve sillas, sofás y mesas. Y ya en la segunda planta, barre los vestigios acumulados desde la desaparición de su tío. Justo al introducirse el escobón bajo la cama, este encuentra un obstáculo que le impide moverse. Ella, poniendo rodillas en suelo, asoma su cabeza bajo el somier y encuentra el objeto que frena el movimiento. Un retrato de su tío, originalmente confeccionado con fotografías infantiles. Sabía que la mirada del joven fotógrafo aparecido en el pueblo vecino, la había visto antes. Carmen se mira al espejo y descubre arrugas alrededor de sus ojos, observa sus manos y ya no encuentra en ellas la tersura de la juventud, por ella están pasando los años. En un monologo interior se dice que siempre le gustó la fotografía y toma una decisión. ¿Por qué no? Acaso el arte también se herede.
Todo transcurre muy bien hasta la aparición del fotógrafo en el pueblo vecino. Nada que en una segunda lectura no quede claro. Buena solución a la propuesta del mes. Suerte en el retrato final.
Begoña, es muy importante detenerse a veces. Eso puede cambiar el giro de las cosas como le ocurre a tu protagonista. Suerte y saludos.
Begoña, bella historia. Estoy de acuerdo con el comentario de Calamanda: a veces hay que detenerse, comtemplarse y dar un giro a la vida, airearla para que se ventile, como bien dices en el inicio. Muy bueno. Un placer leerte.
Nunca es demasiado tarde…para ir tras un sueño.
Qué tu protagonista tenga suerte en su nueva andadura.
Un abrazo.
Sí, a veces un objeto o lo que creemos que simboliza es el empujón que necesitábamos para tomar una decisión.
Un abrazo.
Sí, a veces un pequeño obstaculo como ese retrato puede hacer replantearse otra forma de vida ¿por qué no?
Suerte
Besitos