FEB172. sin título, de María Peña
Desde hacía tres meses y con la llegada de la primavera Pablo decidió sacarle partido a su faceta de pintor . No disponía de un lugar fijo para trabajar, aunque las dos últimas semanas la plaza de Olavide era su escenario favorito y hoy no iba a ser distinto. Allí los niños correteaban jugando al escondite mientras los adultos charlaban. Le gustaba ese lugar porque estaba cargado de humanidad, voces, gritos, empujones, risas, chismorreos. Cada vez que retrataba a alguien sentía como si todo lo externo a él proviniese de otra realidad, tenía que centrarse mucho los primeros minutos para envolverse ante la persona que estaba a su frente.
Cada retrato representaba un gesto, una actitud, un alma ante la vida.