FEB30. ENTRE POLVO Y MARAÑAS, de Érika González Leandro
Hace un mes y tres días que solo soy un ovillo de lágrimas. No tengo nada en la nevera y aunque no quiera tengo que salir a por comida. Mis primeros pasos son débiles y vacilantes pero pronto consigo andar de forma segura, me alegra ver que al menos algo de mí sigue firme. De regreso, me detengo en el banco de un parque y pese al cambio de escenario, vuelvo al polvo y a las marañas de mi mente. Ante mis ojos, un grupo de niños que espolvorean sonrisas que se pierden en medio de las nubes. Por momentos oigo sus voces, alegres y ajenas al mundo que les rodea. Uno de ellos se cae y llora desconsoladamente, tiene las rodillas raspadas y la sangre le sale a borbotones. Su madre quiere llevárselo pero él, sin querer perder ni un minuto de juego, se suelta de la mano y vuelve a los columpios sin miedo a volver a tropezar. Me voy a casa con ese retrato en la cabeza, sé que estoy herida como las piernas del niño, aun así nadie me quitará la ilusión de subir de nuevo al amor.
Pasado el necesario duelo, me gusta mucho la actitud de la protagonista de tu relato, la decisión de pasar página y darle una nueva oportunidad al amor. Me parece que describes muy bien el duelo de la ruptura y luego, como dicen en mi pueblo, hay más oportunidades que botellines. Mucha suerte Erika. Un abrazo.
El columpoio siempre está dispuesto a mecer sentimientos. Muy poético tu relato.
Besicos muchos.
Me encantó tu prosa poética Erika, un texto ágil, íntimo y a su vez con gran contenido. Saludo
Gracias por vuestros comentarios 🙂
(@RuecadeAurora)
A eso se llama ver la luz al final del túnel. Muchas veces un detalle cualquiera de la vida cotidiana te abre los ojos.
Un abrazo.
recuerda lo que puse como final a mi propio relato: «he decidido ser feliz, es mejor para la salud», frase de Voltaire…
lo plasmas muy bien con este:
«sé que estoy herida…, aun así nadie me quitará la ilusión de subir de nuevo al amor.»…