FEB49. OBRA MAESTRA, de Carlos Enrique Rodrigo López
“6 años, 3 meses y 1 día, pena de reclusión menor”, reía a gritos. Pero la condena mereció la pena, no faltaba ni sobraba una sola pincelada. Veranos asfixiantes, inviernos heladores, pero al fin el retrato soñado. El rostro embravecido cumbre del puntillismo, los surcos color tierra antigua insuperables… Tomó distancia y paladeó su triunfo. Transido de éxtasis, le abordó un pensamiento fatal. ¿Y si el mundo no estuviese preparado, y lo calumniaran con miradas estultas, ignorantes?, o si algún ganapán lo comprara creyéndose su dueño. Y a su muerte, ¿qué horribles rifas padecería, en manos y ojos de qué mentecato acabaría?. Rabioso, impotente, se arrodilló y pidió perdón por no estar a su altura ni poder protegerlo. Enajenado, empezó a darle brochazos. En su paroxismo gritaba: “Te ocultaré tras el blanco más perfecto, cuadro tras lienzo te titularé, sólo podrá verte tu propia sangre, la pintura te envolverá y te cuidará…”. Dos días después, su marchante le encontró muerto por extenuación brocha en mano a los pies del retrato, ya un inmenso lienzo blanco nuclear. Superado el shock, el mercantilista montó una antológica del autor. Su póstumo “autorretrato mundi” es hoy el cuadro más cotizado y admirado del mundo.
Es muy bueno el cuadro y tu relato. Este último seguro mejor.
Bravo por todo.
Carlos, estas paradojas, lo son y ocurren. Buen ritmo en el dialogo consigo mismo y con el cuadro.
A la locura por la creación. Y luego siempre hay alguien que se aprovecha de la intensidad ajena. Me gusta. Suerte, Carlos.
Carlos lo primero que me ha llamado la atención es que casi coincidimos en el título, el mio es «su obra cumbre», pero luego el relato es muy distinto.
El tuyo me ha gustado mucho.
El mío por si lo quieres leer es el nº 16.
Saludos.
Precioso. No sé si la condena fue el tiempo que tardó en pintarlo o que durante esa condena lo pintó. No sé muy bien a qué viene ese tiempo pero no creo que tenga mucha importancia.
Me ha gustado mucho.
Suerte.
Un saludo.