109. FELINO
Las campanadas sonaron casi hipnóticas. Las tres de la madrugada, ni un alma en la calle. Sebastián acababa de pasar por El Hermitage, le acompañaba un cielo negro transparente. Finalmente la luna paseaba su elegante silueta por la ciudad, todavía envuelta en nubes cargadas de frío.
Conoció a Katiusha en Salamanca un fin de año disperso, hasta que se encontró con sus enormes ojos. Ella le colmó de la calidez que anhelaba, de mil risas que le despertaron de su vida muda, de su piel besada con un dulce perfume almizclado.
Días antes de abril la loba desapareció, Sebastián entró en una bouffée delirante. Únicamente acertó a imprimir su billete a San Petesburgo.
Selene se escondió de nuevo, caían lentamente trapos de nieve. Los vodkas, el aroma almizclado grabado en su cerebro y el recuerdo lacerante de un invierno acoplado a su hembra le guiaban. No cabía ningún espacio para el cansancio, definitivamente se había convertido en el legendario leopardo de las nieves, que famélico de su carne soñada perseguía a su presa por las orillas del Nevá.
** BLUESS
Ingeniosa manera de perseguir el amor. Me ha gustado el «legendario leopardo de las nieves….»
Gracias Pilar, me interesaba subrayar lo instintivo que hay en los animales y el hombre en estas pulsiones amorosas. Un saludo
Buscar a esa pareja que ha dejado un inolvidable olor almizclado en unos parajes que se me antojan como los de Doctor Zhivago. Buena lectura. Saludos.
Pues nada, me alegro que te metieras en el paisaje y lograra evocar, de eso se trata. Gracias Ángel