68. Filípides.
Mi cerebro lleva dos kilómetros lanzando el mismo mensaje de alerta, ¡detente ya! Voy a escucharlo, es inútil continuar, los calambres en las piernas son insoportables. Todo el sufrimiento durante el entrenamiento no ha servido para llevarme a la meta, he perdido el objetivo y mi cerebro se ha aprovechado de esto. No puedo rendirme ahora, que pasa cuando se pierde un objetivo. Pues que se busca otro, hoy todos los que corremos en esta carrera lo hacemos para recordar a Filípides el valiente héroe que corrió hasta su muerte para ayudar a los suyos, pues yo hoy seguiré corriendo por él y por todos los que han corrido antes una maratón.
Lo que nos cuentas, José Manuel, debería servir de ejemplo para demasiadas personas que en su vida se encuentran con problemas que creen irresolubles. Si pensamos en los que nos han precedido (abuelos, padres), comprobaremos que, éstos, sí sufrían y lograron salir adelante con padecimientos pero sin rendirse y pensando, seguramente, en alguién que les ayudara a seguir sin desmayo. saludos.
Totalmente cierto Jesús, no hay que perder la esperanza y seguir adelante.
José Manuel, acertada moraleja y relato. Saludos y suerte
Gracias Calamanda.
El espíritu de Filípides era el de la lucha, el del tesón, el de conseguir su objetivo.
Enhorabuena, buen texto.
Towanda, y compromiso con su cometido.