FOBIÁN, EL METICULOSO ATELOFÓBICO
Mi nombre es Fabián, pero desde niño todos me llaman Fobián.
La primera que tuve (y que persiste) fue la elaiofobia, como Vargas Llosa. Si no puedes con ellos, únete a ellos: motivo por el que me convertí en escritor y productor de aceite de oliva (de Jaén, por supuesto). Actualmente, soy uno de los mejores del mundo (hablamos del aceite).
En la adolescencia descubrí que también padecía socerafobia, por eso me casé con una huérfana, bellísima mujer (me sometí al test de la venustrofobia dos veces). Sé, que además, “disfruto” de algunas otras que todavía no tienen nombre, como la notiquismiquisfobia, o miedo irracional a no ser un tiquismiquis, y desde entonces me he vuelto muy quisquilloso, más aún al conocer que también sufro de una variante no codificada de la tanatofobia: el miedo a morir asesinado. No he tenido otro remedio que hacerme experto de la dark web y estoy en búsqueda internacional por más de quince, aunque en realidad a quien persiguen es a Fabián, no a mí.
Tu protagonista reúne una buena colección de fobias. Hay que decir en su favor que su afán por superarlas es loable, solo que, al hacerlo, se ha convertido en un segundo yo aún más dudoso, hasta el punto que ni él mismo sabe ya quién es
Un saludo y suerte, Fran, con este personaje, divertido para el lector, a la vez que angustioso para sí mismo.