Fotofobia
No sabría precisar desde cuando tengo esa aversión. Diría que desde siempre. Mi primer recuerdo fue cuando encontré ese lugar en el mundo: cómodo, mullido, oscuro y acogedor. El acceso que daba al exterior apenas dejaba entrar la claridad. Lo que yo demandaba. Me acomedé y me sentí flotando. Aunque las especificaciones eran claras con respecto a la temporaliddad de la estancia, ya se iría viendo, –pensé- , sin muchas intenciones de querer abandonar aquel lugar.
Pasaron los meses y, si bien es cierto que notaba que me iba que iba quedando sin espacio, mi intención era no abandonarlo. Llegó la fecha de expiración del contrato. Mi casera que hasta entonces me había tratado con mucho cariño, empezó a perder la paciencia. Comenzó la hostilidad, los temblores en las paredes, los sondeos y el hostigamiento lumínico a través de la entrada, yo respondí dándole la espalda.
Lo siguiente fue el comienzo de las obras. Los operarios uniformados comenzaron a introducir las herramientas por la entrada hasta engancharme por la cabeza y, mediante succión, concluir con lo que llamaron alumbramiento. ¡Vaya si me dieron a luz!. Tanto que me cegaron, provocandome esta fobia con la que años después, aún sigo conviviendo.
Muy buena la metáfora del nacimiento con el contrato, la casera y los obreros de uniforme, jejeje. Y lógico el final, con un trauma tan grande.
Un abrazo, Sonsoles.