03. GENIO Y FIGURA
Era un narcisista de manual. Un líder nato, admirado por sus amigos y compañeros de trabajo y adorado por sus colegas de correrías nocturnas. Para él, eran sus súbditos.
Pero quienes lo vivían más de cerca, como su familia o sus parejas, conocían también su lado oscuro cuando no se salía con la suya. Entonces era prepotente, nada empático y, con frecuencia, agresivo. Creía firmemente que llevaba siempre la razón, que no lo entendían, y ni se inmutaba cuando quienes de verdad lo amaban, acababan huyendo para preservar su propia salud mental.
Cuando tuvo el fatal accidente que lo postró en una silla de ruedas, sólo su perro, su dinero y la foto de su deportivo destrozado le hicieron compañía.
Pero, genio y figura, él seguía considerándose la injusta víctima de todos los demás.
Esos imbéciles.
“Nota manuscrita de D. Raúl Gil de Prado, hallada junto a su cadáver, su silla de ruedas y un frasco de ansiolíticos vacío”.
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Nadie es perfecto, pero también es cierto que existen personas en apariencia brillantes, admiradas y hasta envidiadas, que tienen un lado oscuro. En el caso de tu protagonista, la prepotencia era una parte inequívoca de su personalidad, su verdadera naturaleza, cuando nadie debería considerarse mejor que nadie.
Hay quien no aprende ni siquiera en una situación extrema. Dicen que al final la vida le pone a cada uno en su sitio y tiene lo que merece. Si ese concepto es cierto, no es de extrañar el desenlace de este personaje, con el lastre de una soledad no deseada, culpando a los demás de sus males. Alguien que no es capaz de aprender de sus errores, de reconocer con humildad sus defectos, está condenado a repetirlos hasta el final de sus días.
Un abrazo y suerte, Puri
Gracias, de nuevo, por tu comentario, querido Ángel. Lástima que el tipo de mi cuento esperase hasta su último día para reconocerse y confesarse tan certeramente en su escrito de suicidio. Un abrazo, amigo.
El suicidio no deja de ser un acto de cobardía y este personaje tuyo lo es, alardea en apariencia pero en el fondo es sólo un ser con ínfulas que no trata bien a quien debe. La soledad de su silla de ruedas fue su castigo y si quería redimirse debía haber inentado seguir en la vida empujando el mismo la silla de ruedas.
Sí, tienen razón Manuel y Ángel, Puri. Tu personaje es tan prepotente que no se da cuenta de que su actitud únicamente le empuja a la soledad más absoluta El problema es que hay muchas personas que son así, que se creen superiores, que menosprecian a quienes le rodean y que se consideran en posesión de la verdad absoluta. Y no se dan cuenta que mientras no cambien serán terriblemente infelices. Un fuerte abrazo. Gloria
Graaaciaaas, Gloria, por tu acertado comentario. Es bien cierto tu diagnóstico, y se da con tanta frecuencia en tantas personas que es increíble que no aprendamos nada. Un abrazo, guapa.
Manueeeel, guapo, gracias por leerme, comentar mi cuentito y aportarle ese nuevo (y bien merecido) final. Pura y simple cuestión de justicia, sin duda, pero un poquito más duro que el que yo le otorgué. Otro abrazo enorme, amigo.
Un relato desolador porque ni siquiera las circunstancias hacen cambiar a su protagonista. Pienso en que ese narcisismo es lo único que va a permitirle mantenerse vivo, pero ¿durante cuánto tiempo? ¿Cuánto puede aguantar un ser humano la desgracia personal y la soledad? Inquietante. Un abrazo.