20. GENIO Y FIGURA (Juan Manuel Pérez Torres)
Todo empezó con un pequeño disgusto, una irritación que me causó enojo. Seguro que no tendría mucha importancia, ahora ni lo recuerdo. O quizá sí, porque el malestar me surgía de los poros. No sé, nunca he recordado bien mis vivencias antes de los cinco o seis años.
Crecí con un coraje enconado y un arrebato de furia incomodándome el pecho. Era como un palpitar que no cesaba.
Con la adolescencia comencé a buscar paliativos como el alcohol o el tabaco, para relajarme, pero no. La molestia del desagrado pasó a ser fastidio e indignación hasta convertirse en cabreo.
Con veintitantos, exacerbado por la excitación y la cólera, una enervada desazón me contrariaba.
Con cuarenta empecé a ser consciente de que habitaba un mundo de enfado infinito.
Empleé treinta años más intentando enemistarme con el mal humor y aquí me veo hoy, en cama, entubado y monitorizado, mirando la película de mi vida.
Encorajinado aún, porque ni siquiera la muerte quiere avenirse conmigo.
Las personas que están siempre enojadas, con el ceño fruncido de serie, además de ser insoportables para los demás, también han de serlo para sí mismas, y eso sí que tiene mala solución, pues ahí no hay escapatoria posible, no hay engañifa que valga, como el alcohol o el tabaco, que pueda burlar esa tendencia.
Algo tan sencillo como aprender a relajarse y, sobre todo, relativizar, es más complicado de lo que parece y, para algunos, toda una quimera.
Tu protagonista, como bien reza el título, desde el principio hasta el final, no dejará de estar mediatizado por ese gusanillo que le ha corroído en vida, amargándosela, que al final tampoco va a dejarle irse en paz como él quisiera. Es de esperar que, si después hay algo, siga enfadado, motivos siempre encontrará, hasta en el más allá.
Un abrazo, Juan Manuel. Suerte con este personaje, antítesis del sosiego.
Sí, Ángel. Hay personas de esa naturaleza, nacidos cascarrabias. Gente que no desea estar a buenas con nadie ni con nada, que no quiere más que insatisfacciones que vayan colmando de enemistad sus desperdiciadas vidas.
El enfado como modus vivendi. No disfrutar ni de la muerte.
Gracias por tu lectura y tu comentario.
Un abrazo.
La ira puede ser como una bola de nieve que se alimenta con el tiempo, algunas veces sin saber el porqué. Del pequeño disgusto infantil al cabreo hasta con la muerte. Me encanta ese final que parece una venganza del cosmos, del karma o un juego de las parcas: un hilo tejido de amargura que no quieren cortar. Es un tipo tan colérico que ni la muerte quiere llevárselo. Buen texto, Juan Manuel. Suerte y abrazos.
Gracias por leer y comentar, Rafael. Este tipo nunca ha estado tranquilo y, cuando ya la muerte consiga llevárselo, tampoco encontrará la paz y será un espíritu iracundo. No estará contento ni con su sábana ni con sus cadenas, ja ja.
Deseando leer ya el tuyo.
Ufff, twiter está lleno de gente así. Has plasmado muy bien la esencia de este tipo de personas: lo de menos es el motivo, lo que importa es desahogarse con quién sea, hasta con la propia muerte.
Suerte y abrazos
Gracias Anna.
Lo he escrito en primera persona para que nadie se sintiera ofendido pero pero quede claro que yo no soy así, ja ja. Suerte a tí también.
P.D. «El impostor» me encantó.
Juan Manuel, qué bien lo has expresado, el reto de esta ocasión. Me ha gustado mucho tu apuesta.
Suerte.
Besicos muchos.
Gracias, Nani.
Suerte también para tí. Es lindo.
Besitos.