47. Gente rara
Por qué se disfrazan así. Esas ropas grises, los abrigos peludos y húmedos. Tienen cara enfermiza, amarillenta, y la piel reseca como la de los ajos olvidados. Están solos, no se miran.
El Palms estaba vacío cuando he llegado y hemos estado charlando, Rocco y yo, él secando vasos, yo esperando a Gino. Al poco ha ido entrando esta gente, como en procesión. Ninguno toma su café, miran al infinito jugando con la cucharilla entre las manos. Estamos incómodos los dos. Preferimos hablar sin voz, solo mirándonos. Abro mucho los ojos, gente rara, le digo. Pestañea él, ni que lo digas, me contesta.
Se oyen roces ásperos cuando se levantan y un repique de campanillas rotas al caer las cucharillas en los platos. Ordenadamente van saliendo. Al desaparecer el último se abre de nuevo la puerta y asoma la cara de Gino aguantándose la risa. Rocco y yo nos hemos apagado, pero volvemos a la realidad y le felicitamos: estrena traje, de seda blanca, gola celeste y bordes plateados, así viene la moda. A él le gusta ser un pierrot, siempre elegante. A los augustos como yo nos importa más un maquillaje colorido.
Pues mira sí, me gusta el planteamiento. ¿Quién es más raro el payaso o el resto de personas viviendo sus vidas sin gracias y grises?¿Quién es el raro?
Sí, me gusta, que le hayas dado la vuelta.
Tengo la impresión de que a quienes por aquí andamos algo raro nos une, algo raros somos también. Gracias por leerlo, Luisa.
Ya lo decía Einstein: todo es relativo. 😀
Gracias por leer, Edita. Lo relativo hace que escribamos y vivamos, que podamos abrir los ojos, cerrarlos, volverlos a abrir y ver algo distinto. Y que lo contemos.
Íñigo, interesante punto de vista el de tu personaje cargado de critica y humor. Suerte y saludos
Así es, Calamanda. Vemos gente rara y somos nosotros raros. Solo que nuestros amigos son raros de la misma manera que nosotros. Tomémoslo con humor. Gracias por parar un rato a leer este cuentito.