19. Gigángel (Juana Mª Igarreta)
Como cualquier niño de los nuestros desoyó los consejos de sus mayores. Miró a su alrededor y, viéndose libre de ojos vigilantes, cruzó aquel umbral prohibido y misterioso. Se dejó caer. Empapado de nubes aterrizó en un terreno boscoso. Había oscurecido. Alzó la mirada, ¡también desde este mundo se veía la luna brillar! Como cualquier niño que tiene todos los sueños por estrenar, más de una vez había imaginado volar hasta ella. Un resplandor que emergía tras la masa arbórea en la que se hallaba llamó su atención y se dirigió hacia él.
Begoña había reñido con su marido. Acodada en la ventana, no escuchó cuando Eduardo salió de casa; éste, muy dolido, decidió que pasaría la noche en el coche.
Súbitamente, entre los ojos de Begoña y el cielo se interpuso un descomunal brazo que señalaba la luna pareciéndola tocar. Gritó aterrada. Las ventanas de los sobresaltados vecinos se abrieron casi al unísono. Observaron perplejos cómo una gigantesca criatura se elevaba veloz ante ellos. No llegaron a percibir el objeto que escondía una de sus manos: un cochecito que había encontrado en la calle. Se encaprichó de aquel “juguete”, como cualquier niño de los nuestros.
Ocurrente y simpática manera de liar ángel y gigante. Y bien que la has liado: el coche y su ocupante volando hacia la Luna me ha traído a la cabeza la canción de Zapato Veloz (Hay un gallego en la Luna) y creo que seguiré un rato con el tarareo. Jajaja.
Quién sabe, tal vez haya una dimensión de seres gigantes, puede que no sea tan improbable que uno de ellos traspase la frontera que lo separa de un mundo paralelo, en el que todo es más pequeño.
Todos somos diferentes, pero en el fondo, muy parecidos, por eso un niño lo es en cualquier circunstancia, solo que el tamaño puede ser un problema, desencadenar el terror y producir un drama cuando un elemento de un mundo aparece en otro para el que no está preparado.
Un relato que es un prodigio de imaginación, como el de «Juan y las habichuelas mágicas», o «Los viajes de Gulliver», con originalidad propia y enlazando bien el concepto de una criaturita como un ángel, con su cualidad de gigante.
Un abrazo y suerte, Juana María
Hola, Edita, muchas gracias por pasarte y dedicarme tus palabras. Celebro haberte traído el recuerdo de una canción y te haya hecho cantar, aunque sea terareando un rato. No conozco la canción, creo, pero voy a localizarla. Un beso.
Hola, Ángel, como bien dices, qué sabemos qué sorpresas habrá esperándonos tras los límites de lo que de momento conocemos. No podemos descartar que otros seres, grandes, pequeños, materiales, espirituales… estén existiendo en mundos paralelos al nuestro. Mil gracias por tu gigantesca generosidad al calificar así mi fluctuante imaginación. Un abrazo muy agradecido.
Así en la tierra como el cielo, sea o no un «gigángel», un niño nunca deja de serlo…
Maravillosa esa imágen del auto transformándose en autito en esa regordeta manito celestial…
Un micro muy hermoso el tuyo, Juana; de esos que se leen con admiración no sólo por su belleza sino por lo bien que combinan y reflejan los temas propuestos…
Decir que me gustó es
poco. Besotes 😘😘😇😇
Hola, Mariángeles, me hace mucha ilusión que te haya gustado tanto el micro. ¿Qué puedo decir ante tus generosas palabras?, pues que muchísimas gracias por leerme con tan buenos ojos. Beso grande igualmente para ti.
Al leer el relato me ha venido a la mente «Este niño es un ángel» a lo que se podría añadir «Este ángel es un niño». Este niño aburrido de la corte celestial quiere averiguar esa otra corte terrenal y se encuentra escenas no muy agradables como la disputa de Begoña y su marido y la superpoblación de coches, por lo que decide volver veloz a su arcadia feliz, con un pequeño recuerdo de su aventura.
Me ha gustado la forma en que lo has expuesto con sorpresa final.
Un abrazo, Juana
Un relato muy original y hasta divertido, si no fuera por el pobre Eduardo, un niño siempre es un niño, aunque a veces más que ángeles, se comporten como «demonios».
Enhorabuena, porque has conjugado con nota las dos propuestas del reto y por hacerme disfrutar de esta genialidad.
Un abrazo, Juana, y mucha suerte.
Hola, María Jesús, pues sí al «gigángel», como bien dices, le gustó ese cochecito para llevárselo de recuerdo a su casa celestial. Cosas de niños. Mil gracias por tu visita y palabras. Me alegra saber que te ha gustado. Otro abrazo para ti.
Hola Rosy, sí el pobre Eduardo es el peor parado en el micro. ¡Qué habrá sido de él!, los niños son capaces de las mayores diabluras. ¡Qué bien que te haya gustado tanto! Muchísimas gracias por valorarlo así de bien. Otro abrazo para ti.
Un relato genial en el que juegas a la relatividad de la percepción entre niño y ángel, pequeño y gigante. Y el principio y el final, calcados, son como las dos partes de un broche. Genial. Y que sepas que no me da pena Eduardo, que el coche no es un buen lugar para los desenfados. 😉 Suerte y abrazos, Juana.