35. Giganta
Son las tres de la tarde cuando la mujer se sienta a comer frente al televisor y ve que retransmiten en directo desde el lugar de la catástrofe. Sube el volumen para oír bien la noticia pero enseguida interrumpen la conexión con entrevistas a personajes de moda, todos ellos han transferido cantidades colosales de dinero para ayudar a las víctimas.
La mujer los escucha con atención hasta que se cansa, entonces silencia el aparto como hace siempre que no le interesa algo y continúa mirando la pantalla a la vez que come un insípido arroz sin pollo.
De postre se saca del bolsillo un caramelo que había cogido esta misma mañana en la sucursal bancaria. Lo saborea de buena gana mientras hace un avión con el comprobante que le dieron en el banco, un justificante por donar los seis euros que le quedaban de su pensión. Después se levanta de la mesa y, con sumo cuidado, lo coloca en el inmenso hangar de papel que decora su secreter.
A quien da todo lo que tiene no se le puede pedir más. Esos seis euros valen tanto o más que una donación millonaria, porque lo que cuenta es la intención. Las acciones de cada cual dicen mucho de una persona, convierten en seres diminutos o gigantes. Si por ella fuese, que parece un mujer de buen corazón, (si lo he interpretado bien), haría que ese avión estrellado volviese intacto a su hangar, sin tragedias ni víctimas. (Ya me dirás si he acertado).
Un abrazo y suerte, Aurora.
Hola, Ángel
Es acertado tu comentario pero debo decir que siempre lo es. Y como siempre también te lo agradezco gigantescamente, es importante para seguir escribiendo (o al menos intentándolo)
Abrazos
El arroz sin pollo y el caramelo de postre, el avión con el papel del banco, la tele sin voz… Qué imágenes tan potentes.
Edita, muchísimas gracias por tu comentario y atenta lectura
Abrazos