84. Gracias por esta noche
Algo se rompió entre mi mujer y yo. Un algo líquido, viscoso, que manaba por una fisura recóndita de nuestra relación y acabó inundándonos, separándonos por un océano de inquina. Al comienzo éramos unos náufragos enviándose mensajes en botellas con las coordenadas de una isla de reencuentros: la cama. Pero esas treguas —burdos intentos por reconciliar lo imposible— acabaron. Dejamos de vivir juntos. Nos convertimos en continentes comunicados por dos submarinos de propulsión atómica —Juan y Andrés— que amenazaban con desencadenar una catástrofe nuclear en sus continuos viajes de ida y vuelta por las profundidades de la custodia compartida.
Los muchachos crecieron. Con pastillas y ayuda sicológica sequé el océano de odio que nos separaba. Ante mi vista se abrió un fondo marino con restos abandonados del matrimonio. No me siento orgulloso de ese paisaje profundo, abisal. Por eso prefiero mantenerme siempre en la superficie.
Sé feliz. No me llames.
Excelente y duro relato.
Un abrazo y suerte.
Mikel, un relato duro y real envuelto en torbellinos submarinos.
Suerte y abrazos.
Interesante y bien traída alegoría oceánica para ese «paisaje profundo, abisal» en que has convertido el desamor, Mikel.
Un saludo.
Crudo y real. Has afinado mucho para presentarnos el drama de muchas parejas.
Saludos
MARIA JESÚS BRIONES
Un micro que retrata a la perfección las desavenencias entre una pareja abocada sin remedio a su separación.
¡Suerte con él!
Saludos
Precioso relato. Y muy acertada la elección de esa metáfora océano mantenida a lo largo de todo él. Que haya justicia!
Me ha parecido magnífico, Mikel. Lo has descrito con toda su verdad y toda su crudeza. Mucha suerte.
Hola Mikel.
Muy bien narrada, utilizando al océano como medio, esta historia de fracaso personal y familiar.
Triste pero interesante apuesta. Te deseo suerte,
Ton.
¡Vaya! Está claro que esa relación hace aguas por todas partes.
Suerte.