8. Gran Teatro a reventar
-Aforo completo. Lo lamento señor pero sus acompañantes no pueden entrar.
Ciertamente la sala agobiaba al contemplarla desde las puertas.
El alegre espectáculo nos relajó hasta que oímos el estruendo. Nadie quedó sentado.
La densa atmósfera se teñía con los destellos rojos azules y amarillos.
Las máscaras que nos dieron eran lo único real. Nos mantenían con vida.
La cisterna reventó a las puertas del Gran Teatro.
Me recuerda a un gran teatro, quizás el gran teatro del mundo, del que todos formamos parte.
Me gustó tu reflexión. Suerte-
Gracias María Jesús. Gran Teatro del mundo en que nos movemos. Siempre en riesgo.
Ricardo, si mal no recuerdo, ayer o anteayer mismo se cumplieron 20 añazos del incendio del Liceo de Barcelona, aunque me parece que en esa ocasión estaba vacío, era por la noche o algo así.
En cualquier caso, me pone los pelos de punta tu relato. Afortunadamente, en tu teatro había alguien con cierto sentido común para limitar la entrada. Desafortunadamente, eso no ocurre en muchos lugares y así pasan las tragedias que pasan.
Abrazo.
Solo es cuestión de máscaras. La de quien tiene la culpa. La de ¡que gano con esto!
Un abrazo.
Y los responsables, bajos sus máscaras de vidrio tintado, se escaparán de las cámaras y de la ira de los damnificados… Interesante.
un saludo
JM
Las cámaras están controladas por los enmascarados. El verdadero problema es saber quien lleva máscara y quien no.
Gracias Juan.
No hay más sitio en el Arca. ¿Lo he pillado o no?, enigmático amigo.
Un abrazo Ricardo.
Ya está. Desde luego eres como la sopa un cronista al cuarto de hora. Has oido en la radio la cabronada que ha pasado en Siria de los barriles bomba contra la población civil de Alepo. En aquella tierra en las que en tiempos de Dios caía el mana, mira ahora lo que cae. Una desgracia cuando el hombre se pone la careta de la guerra.
Pensaba más en los «Madridarenas» aunque si pienso que son temibles las caretas de quienes esperan controlar algo más que el maná.
Un abrazo.
Ricardo, inquietante relato. Me ha gustado. En algunos casos hay culpables escondidos tras una máscara, habrá que quitársela. Abrazos.
Dudo que estas gentes lleguen a quitarse la máscara en algún momento. Es más, estoy convencido que nacieron con ella. Difícil solución.
Gracias y un abrazo.
Guerras y avaricia son una misma cosa. Habría que enmendar tanto renglón torcido. Lo peor es que estas políticas, sobre todo municipales, continuarán en este caldo turbio.
Muchas gracias Ana.
Ricardo, me gusta ese recurso que utilizas en el que dices sin decir, en el que cuentas y te vales de la palabra » máscara» en uno de los sentidos que muchas veces olvidamos.Lo que no deja de ser una maniobra de escritor consumado, como nos vienes demostrando. Siempre una sorpresa leerte.Un abrazo
Las máscaras nos inspiran este mes. Lo mismo sirven para ocultarse que para mostrarse. Depende solo de la aptitud del portador.
Muchas gracias Nieves.
Un beso.
Corto e impactante relato. Me quedo con esta frase que marca el relato y digna de gran final: «Las máscaras … nos mantenían con vida». Suerte.
Muchas gracias Lorenzo. Muy aleccionador tu comentario. Un saludo.
¡Oh, oh! En mi pueblo el tenemos el Gran Teatro. Así que te diré que me ha corrido un frío por la espalda al pensar que yo estaba dentro asistiendo a un espectáculo y fuera había una explosión.
Cortito e impactante tu relato. Yo quiero olvidar lo que me ha sugerido.
Suerte, Saludos.
En tiempo de máscaras debes pensar que solo es una ficción.
Deseo que esto no suceda nunca en ningún lugar. Eso si, deberíamos tomar precauciones.
Muchas gracias y un saludo.
Impactante, es cuestión de estar en el instante preciso. El destino juega.
Mejor habría sido no estar. Sí es el destino. El modo de evitarlo no lo controlamos. Solo nos queda exigir que se controle.
Un saludo.
Los cogieron a todos en la ratonera, no? No me esperaba ese final, ufff.
suerte y enhorabuena,
Besicos muchos.
Cierto. La ratonera los atrapó, solo que yo los he salvado coordinando mi 112 con buen criterio.
Gracias Nani, los recibo con mucho gusto y respondo a ellos.
Se agradece que en esta historia no introduzcas ni tensión en las palabras empleadas ni violencia en el ritmo que las acompaña ya que bastante macabro es el tema como para insistir en el artificio.
Esas máscaras y esos fuegos artificiales, como acompañantes necesarios en el escenario, dan color a ese espectáculo negro tenebroso.
Es la placidez tras el desastre una vez superado. No queda más que recordarlo y no repetirlo.
Miguel, un placer.
Este sábado estuve en «El Plata» de Zaragoza, Ricardo y cualquier cosa, hubiera desencadenado un desastre. Deberíamos saber decir que no, muchas más veces.
Un abrazo
Espero que no influyera mi relato en tu visita a «El Plata»
En una ocasión lo visité, me divertí y no fui consciente del riesgo. Estaba a rebosar, claro.
Gracias y un saludo.
Ricardo, suerte para los que no llegaran a tener entradas. Se evitaron un macabro final.
Suerte, abrazos