36. Gris (Marta Trutxuelo)
Siempre me dices que los sueños hay que perseguirlos y he seguido tu consejo. Hasta ahora mi vida ha sido gris, triste y monótona. Tú y los niños habéis sido mis únicas pinceladas de color en esta oscura y anodina existencia. He pasado la mitad de mi vida encerrado entre cuatro paredes en compañía de papeles, litigios y demandas. Por eso, ha llegado el momento de decir basta. He decidido hacer una locura. Mi ceño se ha relajado, he pintado una sonrisa en mi rostro y he colgado mi traje gris. Y hoy te lo voy a decir. Y al verme me abrazarás, me besarás sin importarte los demás y acabaremos saltando y riendo.
Puntual, como siempre, has entrado en la cafetería donde hemos quedado para que te dé la gran noticia. Estás a mi lado, no me has abrazado, no me has besado y no hemos saltado ni reído. Mi gran sonrisa se ha tornado gris y me giro, avergonzado, para que no la veas… para que no veas mi cara de decepción porque me siento como un vulgar payaso, mi amor, al darme cuenta de que sin mi traje gris, no me has reconocido.
Triste historia y que nos da para reflexionar sobre lo que nos enseña, mostrándonos , aunque sea metafóricamente, a aquel al que pensábamos que nos iba a querer siempre por lo que somos y que, para nuestra desgracia, ni siquiera es capaz de reconocernos fuera de esa maldita «zona de confort», transfigurada en un anodino traje gris, y que en demasiadas ocasiones es la peor de las cárceles. Suerte, Marta. Besos.
Despojarse de aquello que durante mucho tiempo nos ha aprisionado es un paso valiente y difícil. Si lo hacemos por nosotros mismos, bien está, pero si es pensando en los demás tal vez primero habría que preguntarles, no sea que aparezca el efecto contrario al pretendido. Muchas personas, quizá todos un poco, fiamos nuestro proceder con los demás y hasta con nosotros mismos, al menos de entrada, a la apariencia, dando por hecho aquello de «el habito hace al monje». En el caso de tu personaje, el paso del gris al color ha sido de lo más frustrante.
Un relato que enseña que los cambios no siempre son positivos, aunque con la prueba y el error es como se aprende.
Un abrazo y suerte, Marta
Hola, Marta.
Buen texto. Empieza fenomenal: con un gran aforismo. Los sueños, claro, frente a la poderosísima fuerza de la costumbre. Qué precioso es soñar: besarse en la calle o en una cafetería sin temor al qué dirán, no sintiéndose en la UVI (unidad de vigilancia intensivo-ocular). Cultivar la espontaneidad. Como hacía Harryson Ford con su esposa, en «A propósito de Henry», cuando era un medio lisiado y se subían a un banco a darse de besos ante la estupefacción de alguna amiga. La vida en gris es una muerte cotidiana. Quizá la peor, es una muerte al estilo apache: lenta y dolorosa. El título es un resumen perfecto del relato y su corolario. La tentativa soñadora del letrado no ha llegado a buen puerto. Las cosas en pareja son cosa de dos.
Mi mayor enhorabuena, feliz todo para ti siempre y un beso muy grande.
Si tu pareja no comparte o respeta tus sueños, si no te reconoce en ellos y es feliz al ver cómo tú los logras…. malo malo…
Felicidades por el micro!
Marta, bella historia bien contada. el final es muy aleccionador. Suerte y feliz año
Una vida en escala de grises. De ahí al negro, un paso.
Pobre ¡Con lo ilusionado que estaba! A veces no merece la pena hacer lo que tanto te dicen, porque no siempre los que lo dicen están preparados para la sorpresa, eso le ha pasado a tu protagonista, para una vez que sigue el consejo de su mujer…
Ha sido muy valiente y ha demostrado un gran amor por su pareja, una pena que ella no haya sabido verlo.
Me ha gustado mucho tu relato Marta, a mí tu protagonista me ha enganchado, vamos que estoy por ir a darlo un toque a su mujer y decirle, pero ¡Mira! ¿Es que no lo ves?
Mucha suerte y un abrazo.