93. Hablar o no hablar, esa es la cuestión.
¡Qué harto me tiene mi hermano MIguelín! Nada, que no habla.Es que ni una sola palabra sale de su boca, ni siquiera para decirnos si está rica la comida o si está a gusto tumbado en el sofá y mira que siempre ha sido un parlanchín. Se despierta por las mañanas, recorre la casa en silencio y con lentitud busca un rayo de sol para sentarse luego junto a la ventana. Empiezo a pensar que no es cierto lo que me dijo el hombre que vive en la casa del bosque, aunque me insista diciendo que cualquier día exclamará “Ay, qué larga es esta vida”. Y es que él no sabe que a Miguelín siempre le gustó subirse a los árboles, a pesar de que mamá a menudo le repetía “MIguelín, un día te caes y te matas”.Creo que me engaña; mi hermano no se ha convertido en Rubio, el gato, por mucho que me explique lo de las siete vidas, si no en Perico, el loro , a este le encanta escaparse y volar de rama en rama y además, ese sí que habla.
Hola Begoña
Has planteado una original metamorfosis, o quizá una reencarnación, o ambas cosas, insertadas mágicamente en lo cotidiano de una forma natural, sin que se vean las costuras, con la libertad como asunto de fondo.
Fue un placer conocer a una autora de éxito. Cuando acabe lo que tengo entre manos me sumergiré en «Lo que tantas veces sucedió», unas letras con las que estoy seguro que disfrutaré como lo he hecho con este relato.
Mucha suerte y un abrazo hasta esa tierra de llanuras.
Begoña, un tema tan rutinario y costumbrista como las historias entre hermanos nos lo presentas con originalidad. Suerte y saludos
Magnífico el relato… cómo mueves los personajes y cómo les das más de una vida. Me ha gustado mucho. No descubro nada nuevo si hablo de las tablas que hay que tener para escribir algo así. Enhorabuena y mucha suerte 🙂