78. HAZAÑAS BÉLICAS
Los cañones los colocaba siempre en retaguardia, como mi padre me había enseñado. Y es que él sabía de eso, que había servido de artillero. Luego venían los carros de combate, los jeeps y los camiones con pertrechos. Los soldados avanzaban amparados tras los tanques. Eran cientos, de tamaño no superior al centímetro, y coloreados según fueran americanos, japoneses o alemanes. Esa tarde la batalla era la de Montecasino y había construido la abadía a base de cajas de cerillas para las paredes y cromos de cartulina como techo. Una vez colocadas las tropas de ambos bandos, comenzaba el tiroteo: cerbatana de arroz para la fusilería y garbanzos como munición de los cañones. La aviación –había también aviones– no se andaba con chiquitas y dejaba caer piezas de plomo sobre las fortificaciones. Así, ora actuando con un bando, ora con otro, podían pasar varias horas sin sentir. Pero esta mañana, los soldados tuvieron que arreglarse solos, porque tenían que operarme de las anginas. Cuando volví, nada estaba en su lugar. Aún siento, alguna noches de insomnio, la rabia de no poder saber quién ganó la batalla. Y no me vale lo que pongan los libros de historia.
Fabuloso, una delicia de relato con unas imágenes que casi podemos tocar. Enhorabuena y gracias, Antonio.
Gracias, Belén. Esa infancia que no cesa…
Qué recuerdos, Antonio, de aquellas batallas de mi infancia, sin televisión, me podía pasar las horas muertas, los tanques EKO. Ayy .
Bien reflejado y cuando te operabas de las anginas, te metían en la cama de los padres, a base de helados y con una campanilla para llamar a tu mamá. Hoy día tan diferente.
Un abrazo
Has dado en el clavo, epifisis, la clave está en la televisión. Había que usar la imaginación por pura supervivencia. Y…¿ que es eso de los tanques del EKO? Yo recuerdo los soldados del ESE y los Montaplex, que eran maquetas de guerra estilo pobre, que venían despiezadas en un sobre.
Entrañable batalla la que nos presentas, algún día tu protagonista debería rememorar el momento y concluírla.
He viajado por un momento a mi infancia, donde siempre había soldados por casa, ya que tengo cuatro hermanos.
Un abrazo.
Soldados y pistolas. De aquella todos teníamos vocación de piratas o vaqueros del far west.
Hola, Antonio. Creo que cuentas una historia original para el tema de «Cañones». Hasta muy avanzado el relato no te das cuenta que es un juego y luego te dejas llevar y sorprender por esa idea. Me ha gustado. Saludos.
Me alegro de que te guste. Un saludo.
La verdadera historia es la que se desarrolla entre sus manos de chaval creativo, de niño que se admira por cada cañonazo de mentira, por cada conquista de cuento, por cada herida de arroz o derrumbamiento de cartón… Porque a esa edad, los juegos son las realidades de cada día. Sensaciones y sentimientos que tan bien has narrado en tu micro.
Me gusta.
Un abrazo, Antonio Toribios
Gracias Amparo. Efectivamente en la infancia verdad y mentira se parecen.
Excelente, no se me ocurre otro adjetivo. La sensación de juego se nos hace evidente y no podemos hacer sino sonreír (y volverlo a leer). El final, con la batalla concluida en su ausencia, se me antoja el primer signo de que la infancia se acaba (ya me dirás si estoy en lo cierto).
Suerte y beso.
Gracias, Anna. Sí, para el niño protagonista algo hay de final de la infancia. A mí, sin embargo, me quitaron las anginas muy pronto.
Buena historia de guerras y soldaditos pintados a mano. Inocencia en las batallas que con la imaginación se hacían grandes, lejos de TV apagadas o ausentes en los salones.
Y esas operaciones de anginas curadas con helados, mimo, mucha paciencia y mutismo.
Un abrazo.
Igualmente, Mª Belén. Gracias por tu comentario.
Ya llevo tres lecturas. Es una delicia de relato con el que es imposible no identificarse, por la entrega al juego y la intensidad con que se vivía. Y en mi caso con un plus, porque prefería la acción a las muñequitas y siempre anduve por ahí con coches, geyperman, jugando a ser un guerrero y demás. Besos y suerte.
¡Tres lecturas! Impresionante. Me halaga tu interés. Desde luego tiene que haber experiencias comunes. Algún día quizás las comentaremos. Un abrazo.
¡Enhorabuena, Antonio! Ahora sí que sabes quién ganó la batalla. Y en esta ocasión sí que vale lo que dirá «el libro».
Abrazo.
Gracias, Rafa. Muy ingenioso tu comentario.
¡Enhorabuena!
Gracias, María José.
Muy bien, Toribio, me has llevado a mi infancia, juventud y paternidad (jeje, también echábamos esas batallas con mis hijos). Le has dado un buen final. Enhorabuena por estar en el libro, no vemos en Santander.
Muchas gracias, Javier. Me alegro de haber evocado todo eso.
Hola, Antonio.
No lo leí en su día, pero hoy sí y aplaudo la decisión del jurado que no lo ha debido tener fácil.
Abrazos.
Gracias, Towanda. El jurado siempre lo tiene aquí muy difícil, sí.