114. Hijos del mar
Le arranca el anzuelo de la boca de un solo envite, y el mar contesta con un quejido sordo que estremece la quilla del minúsculo bote. Sacha levanta la cabeza. Algunas luciérnagas salpican la franja de tierra perdida en el horizonte y el sol extiende sobre el agua su atardecer de sangre. Mira los ojos redondos del pez en la cubierta… y tiembla. No hay nada más despiadado que un espejo, porque un espejo almacena todos los recuerdos, y aquellos ojos de plata, fríos, burlones, vengativos, sacuden la quilla de su memoria. Sacha devuelve entonces al agua todas sus culpas y aparejos y rema apresuradamente hacia la costa. Las luces se han multiplicado. Encalla el bote, salta a la arena, y se sienta para llorar durante cuarenta días y cuarenta noches. El mar sería incapaz de contener tantas lágrimas, saltaría el malecón y le devolvería, en su crecida, el cuerpo de su hijo Fakid. Pero, ¿quién era Fakid sino una gota insignificante perdida en el océano? ¿Acaso no sabe Sacha que el mar no tiene sentimientos? ¿Que es un alcabalero insaciable, acostumbrado a demasiados cayucos, batallas, cadáveres y lágrimas? ¿Un monstruo que no conoce el perdón ni acepta jamás intercambios?
Un relato muy descriptivo, cargado de simbolismo y rayano en lo poético, que viste de gala una tragedia y una realidad inexorables: lo que el mar se ha llevado ya no lo devuelve. Un mundo inestable y cambiante que, con toda su belleza y grandiosidad, también encierra un abismo insensible del que no hay escapatoria una vez que atrapa, una celada que se ensaña de forma implacable con los más débiles, que a cambio de su siega inmisericorde sólo devuelve vacío, sin espacio para un mínimo consuelo. Proliferan pinceladas muy bien cosidas, como ese «atardecer de sangre», el concepto del espejo despiadado, o ese lloro prolongado bajo un número mítico de días y noches.
Un abrazo fuerte, Luis, y suerte, marinero de tierra adentro
Gracias, almirante.
Pura poesía en una narración potente y riquísima. Un placer leerte, maestro Luis, enhorabuena.
Querida Ana: me abrumas. ¡Qué capacidad la tuya y de todos aquellos que dedican tanto tiempo a destripar un texto que pudiera ser uno más entre tantos! Te lo agradezco. De tus palabras me quedo, sobre todo, con esa buena percepción de lo que pretendo. Con mayor o menor acierto, creo que es un relato que se ajusta rigurosa y estrictamente al tema del mes, como pretendo siempre en todas las convocatorias.
Gracias por tus letras y por las otras de Alberti.
Te debo un par de besos.
Luis, tristeza y desesperanza en esta bonita historia, y tu bella forma de contarla. Suerte y saludos
Me gusta tu relato. Bien escrito y con una acompasada prosa descriptiva.
Suerte y abrazos de verano.