60. HORARIOS DE LOCURA
No podía imaginar, cuando se casó, que su matrimonio fracasaría debido a la pasión desmedida de su marido por los relojes. Además de poseer una magnífica colección de las mejores marcas, tenía una obsesión enfermiza por la puntualidad. Para organizar la vida en común, lo primero que hizo fue fijar los horarios, si no se cumplían, se enfadaba, no daba ni un minuto de cortesía. A ella, acostumbrada como estaba a comer cuando tenía hambre y a dormir cuando tenía sueño, tanta disciplina la desquiciaba. Por las noches, se le repetía siempre la misma pesadilla: Un ejército de manecillas de idéntico tamaño y color corría enfurecido tras ella mientras entonaba, al son de música militar, un tic-tac atronador. Despertaba con un sobresalto justo en el momento en el que su cabeza estallaba.
Temiendo caer en la locura, un día, reunió a todos los relojes de casa y, sin mediar palabra, los destrozó, los dejó convertidos en un montón de chatarra. Después, en un plis plas, como por arte de magia, desapareció.
Un año después, los dos han conseguido rehacer nuevamente sus vidas gracias al tiempo… que todo lo cura.
Una virtud, como la puntualidad, convertida en obsesión, puede llegar a ser una cuña cortante, capaz de socavar poco a poco la relación más armoniosa. A veces es necesario romper por lo sano, aunque parezca una locura a priori, para eliminar imposiciones innecesarias. Si por bien es, todo volverá a su cauce. Las crisis son aprendizajes que hacen más fuerte. Nadie está libre, ni puede estarlo, de vaivenes y altibajos. Como bien concluye tu relato, es muy cierto que el tiempo quita y da razones y es el mejor juez.
Un abrazo, Almudena. Suerte
Muchas gracias, Ángel. Tus comentarios, siempre tan acertados, enriquecen los relatos, aportas ideas muy interesantes,… son impagables.
Un abrazo.
Menos mal, Almudena, que esta historia tan agobiante para la protagonista tiene un final si no feliz, si al menos sanador. Me gusta como has planteado ese conflicto que puede también interpretarse como una metáfora de esa dictadura que muchas veces nos imponen los relojes. Mucha suerte con este relato. Abrazos.
Personalmente, tener que cumplir horarios todos los días me genera ansiedad. Supongo que esa es la razón por la que surgió este relato.
Está muy bien visto lo de la dictadura de los relojes. Alberto, te agradezco mucho el comentario y te mando un abrazo.
Al fin ella sale de su pesadilla, yo no hubiese aguantado ni cuatro días, jaja.
Buen relato, suerte. Un fuerte abrazo, Almudena.