121. Huellas
Nieva en el pueblo y como siempre todos los vecinos corremos a refugiarnos en la iglesia. Cuando era un niño me divertía ver la urgencia de mis padres por coger unas cuantas cosas y salir pitando para encerrarnos con los demás. Mientras los mayores pasaban las horas cuchicheando, los niños jugábamos y por lo bajini pedíamos que no dejara de nevar. Durante los días de encierro estábamos libres de cualquier tarea, tan solo teníamos que evitar molestar a los adultos en sus plegarias y cavilaciones. Había una única prohibición: no abrir, bajo castigo severísimo, ni puertas ni ventanas. Cuando al fin podíamos salir del templo nos percatábamos de la amenaza al oír los sollozos de las mujeres y las miradas hoscas de los hombres, que contemplaban temblorosos, las huellas de pisadas extrañas que aparecían en la puerta del santuario y los arañazos grandes y hundidos que la marcaban. Hoy me he confinado con todos los demás y aunque ya soy un adulto sigo ignorando qué nos obliga a encerrarnos. Rezo lleno de angustia para que mi hijo haya encontrado refugio, no quiero ser uno de los que sollozan cuando esas huellas aparecen.
Mmmm creas el terror sólo insinuándolo. Me gusta.
Cuando comienza el relato con los recuerdos del narrador cuando era niño, no conocemos el porqué de ese encierro obligado, pero por el tono elegido, parece deberse a alguna amenaza natural. Solo casi al final se nos descubre que existe fuera algo portentoso o fantástico y con ese giro, nos sorprendemos ante una historia de terror.
Con esa atmósfera espeluznante tan bien conseguida, a mi me sobra el último párrafo. Creo que «aunque ya soy un adulto sigo ignorando qué nos obliga a encerrarnos» es un buen broche que deja un final abierto a la imaginación. ¿realmente hay algo fuera? ¿es un artilugio de los poderes oscuros del pueblo? ¿lobos? ¿criaturas sobrenaturales?
Nos DAS una receta de terror psicológico, sin sangre y a pura imaginación. Me recordó al diablo de Devonshire.
Besos, Elysa.
Me gustan las historias de terror que quedan abiertas a la imaginación del lector. Pero además de la capa superficial del relato de miedo, le encuentro otra más profunda, una reflexión sobre cómo heredamos los miedos irracionales de una generación a otra y ni siquiera nos planteamos si hay que temer a lo que todos dicen que hay que temer y por qué (en ese sentido me trae a la cabeza la película El Bosque, de Night Shyamalan). Coincido con Paloma Casado en que preferiría eliminar la última frase. Suerte y un abrazo.
Muy buen relato, Elysa. Impresionante la atmósfera que has logrado. Muy sugerente también la idea de que se refugien en la iglesia (religión) por temor a lo desconocido. En cuanto a la última frase, a mí sí que me gusta: al temor psicológico o irracional has unido un miedo real por el temor a que pase algo a quien más queremos. Y parece que eso es lo que da más miedo.
Suerte y saludos.
Recreas la atmósfera opresiva de ese miedo colectivo de un modo muy eficaz. Coincido con Ana, a mi también me ha recordado la película de El Bosque.
Suerte y saludos
Vaya intriga y dolor. Un final inesperado y doloroso, bueno queda abierto, así que… Me ha gustado, enhorabuen y suerte.
Besicos muchos.