53. In memoriam (Susana Revuelta)
Instantes después de que una ola te arrebatara de los brazos de tu padre, comenzaron a desfilar ante tus ojos las imágenes que hasta ese día habían marcado tu existencia: el triciclo rojo que te regalaron los tíos por tu tercer cumpleaños; los bigotes y barbas de espuma que tu hermano Galib y tú os poníais en la bañera, jugando a ser piratas; cuando te hacías invisible por las mañanas escondido entre las sábanas y mamá tardaba en encontrarte y luego te buscaba las cosquillas por debajo del pijama; los castillos de arena del verano anterior en la playa…
Y la última de todas: la mirada de pánico, angustia e impotencia de tu padre, su grito ahogado por la mar que te tragaba, te arrastraba, te hundía y te alejaba. Una mar gélida y revuelta, oscura y traicionera; una mar que al amanecer, ya en calma, te depositaría, azulado e inerte, en una orilla tranquila de arenas blancas, caracolas, cormoranes y algas.
Una orilla sin castillos de arena.
No es original. Ni el título ni el asunto. Pero está tratado desde otro punto de vista, en segunda persona, dándole la vuelta y el toque especial que hace que el texto resulte único. Me encanta.
Cuando me muera yo y si es cierto lo del serial de imágenes de nuestras vidas, a mí el niño Aylam se me aparecerá sin duda. Me llegó mucho este nene en pañales arrastrado por la marea. Con sus botitas. Tan pequeñín.
Un niño nunca deja de serlo, de disfrutar, de no darse cuenta de los problemas que le rodean, va con su condición. El problema es cuando los adultos le contagian antes de tiempo de ese mundo imperfecto que no saben mejorar. Todas las víctimas nos duelen, si son niños, además, nos conmueven, algo que logra tu relato con una escritura impecable. Cuántos «in memoriam» similares quedarán.
Un abrazo y suerte, Susana
Un abrazo, Ángel, No debería existir esta motivación que viene de niños que sufren. Pero así ha sido siempre.
Qué triste historia pero qué bella a la vez. Me ha encantado tu prosa y tu forma de narrarla.
Un abrazo
Qué texto tan emotivo, Susana. Casi siempre son los niños los que pagan el pato: guerras, hambruna… Con la emigración también sucede y hay que ver lo tristemente bien que nos lo pintas con ese juego de contrastes de estados físicos, y hasta anímicos, y de colores. El mar, ese monstruo sin aparente usura, se lleva al cabo también las imágenes inolvidables de la vida de un niño al tragárselo a él y devolverlo como se hace con una carta equivocada de destinatario. No deberían suceder cosas así, podría pensárselo el mar dos veces; pero tienen lugar y tú estás ahí para contárnoslas de una manera soberbia. Enhorabuena. Un beso.
Pues me has hecho pasar frío. Con los pelos de punta he ido «helándome» según avanzaba la lectura.
Imágenes felices que iban transformándose en terribles, desoladoras… que todos recordamos, pues quedaron esculpidas en millones de pupilas.
Un relato muy bien construido y contado, con un desenlace de cuento (como tiene que ser), indistintamente de que conozcamos la historia que narra.
Un abrazoooo, Susana.
Susana, has dado uyn ritmo trepidante a la fantastica historia, cerrandola con esa frase encantadora y durisima. Suerte y saludos
Durísimo, terrible y gran relato. Imposible no ver la imagen del pequeño en la playa al leerte. Un relato que duele de verdad, enhorabuena por haber sabido transmitir esa pena que está claro que llevas dentro.
Qué bonito y emotivo, Susana. Todas esas alegría infantiles tristemente truncadas en unas, a veces, blandas y límpidas aguas , pero que en demasiadas ocasiones,sobre todo, para los que han nacido pobres como él, se tornan negras y rigurosas. Suerte y un saludo.
Esa segunda persona que utilizas para dirigirte a Aylam, para hablarle de sus recuerdos, me ha helado el corazón. Una nueva perspectiva para una imagen que todos tenemos grabada en la retina.
Un abrazo.