67. INERTE
Despierta, flotan los sentidos en el aire. Grita con todas sus fuerzas, nadie le oye, ni siquiera él se oye. Quizá sea una horrible pesadilla.
Cayó súbitamente en la inconsciencia. Una muerte clínica, el oxigeno se negó a irrigar su cerebro, mas la cuchilla de muerte, no fue del todo certera.
Despierta, oye susurros ahogados en lamentos. Mira, ve en los rostros de los seres queridos, pánico mal disimulado. Manotea, patalea, ningún musculo obedece.
Mente, vista, oído, el resto del ser, quieto, eternamente quieto.
El trigo de sus cabellos se torna gris ceniza, la silueta de su esqueleto va ganando terreno.
Su esposa, su dulce rosa, lo cuida. En casi once años, ni una sola llaga. Lo acaricia, lo besa tiernamente, él la sigue con la mirada, solo puede sentir su aroma. ¡Joder, lo que daría por sentir sus manos, aunque sea solo un minuto, poder decirle —cuanto te amo — Los pétalos de su rosa amada, también se marchita con él.
Finalmente, la guadaña lo visita. No es ella quien lo atrapa, es él quien a ella se aferra.
Por fin escapa del miedo, de la tristeza, de la melancolía.
Vuela, vuela, vuela, ya tu alma es libre, eternamente libre.
Cuando te hacen una critica así, te sientes muy bien, pero viniendo de alguien como tú que utilizas la palabra con sumo virtuosismo, el bienestar y el agradecimiento gana muchos enteros. Gracias Juan por tú amable comentario.
Abrazo fuerte.
Si Juan me permite seguir un poco su estela, también creo que podría ser aplicable a esta buena historia otra fase relacionada con la fe, en concreto de Santa Teresa de Jesús: «Vivo sin vivir en mí». Pocas circunstancias pueden ser más crueles que la muerte en plena existencia, no estar ni en un lado ni en el otro, sentir pero no poder manifestarlo, ni corresponder a los cuidados, como en «Johnny cogió su fusil», aunque con otras circunstancias y contado de forma diferente.
Tu protagonista transmite muy bien sus sensaciones y, sobre todo, su frustración sin remedio. Es lógico que no tenga deseos de aferrarse a una vida que solo es prolongación de la agonía.
Un relato sobre una tristeza sin remedio y la nostalgia de lo perdido, que es todo, en un transcurrir «inerte», desprovisto de toda viveza, bajo una constancia que solo produce sufrimiento.
Un abrazo y suerte, Juan Antonio
—Vivo sin vivir en mí — Muy acertado, en el caso de Santa Teresa, espiritual, en este caso cruelmente textual.
Muy amable Ángel, muchas gracias por tu comentario.
Abrazo fuerte.
¿Puede haber mayor tristeza que la de vivir muerto? Si: darse cuenta. Que es lo que le sucede a tu protagonista. Sin duda, has interpretado estupendamente la propuesta de esta convocatoria.
Efectivamente, esa era la idea. Gracias.
Abrarazo fuerte.