109. INÉS (M.Carme Marí)
Se casó, muy joven, con el muchacho más gallito del barrio que las tenía a todas encandiladas y con él tuvo un hijo, Pablo. Fue lo mejor que le dio su marido. El resto llegó de la mano del alcohol. Hasta que el exceso de bebida se lo llevó. Desesperada por dar una educación a su hijo siguió los pasos de una amiga hacia España, y se puso a limpiar escaleras. Pasaba los días apretando la foto del pequeño contra su pecho y prohibiendo en vano a las lágrimas asomar a sus ojos. Ese dolor en el alma era peor que el dolor físico de los años anteriores, aunque hallaba consuelo a final de mes cuando podía enviar dinero a su madre que cuidaba del niño.
Cruzar el océano era muy caro, sólo pudo permitirse tres viajes en doce años. Por eso Inés desbordaba de felicidad cuando por fin pudo traer a Pablo a España para que estudiara en la universidad. Esos fueron los mejores años de su vida.
Ahora ha sido Pablo quien ha tenido que emigrar al norte de Europa, pues aquí no había trabajo para él. Maldita crisis. Inés vuelve a estar sola.
Hay personas a las que la fatalidad parece perseguir, incluso durante más de una generación, haciendo que la historia, poco generosa con ellas, se repita. Nadie emigra por gusto. Tener que romper con las raíces del lugar que te ha visto nacer ya es duro, pero más no poder disfrutar nunca de la compañía de los tuyos, obligados a desplazarse otra vez para alimentar un bucle que parece infinito.
Un abrazo, Carme. Suerte
Es como si el sino de algunos desheredados, por mucho que lo intenten, fuera imposible revertirlo. En este caso, en el hijo se repite lo que ha vivido la madre, esperemos que no su sufrimiento. Sobre la pobre mujer, no parece que el sosiego quiera posarse. Realista tu relato, M. Carme. Y muy bueno. Un saludo y suerte.
Un cuento circular, con la soledad, el esfuerzo y la incertidumbre como ingredientes.
Suerte la de Pablo, que pudo tener una formación en un País que le abrió las puertas, y pudo permitirle una estabilidad en cualquier lugar de la Unión.
Buena fortuna, Carmen y te deseo lo mejor en el año que vamos a comenzar.
Hola, M. Carme.
Un texto muy bien escrito el tuyo, con un trasfondo de denuncia como los predecesores. Las crisis económicas descomponiendo las familias y expulsando a las gentes a otros lugares. Aunque en ninguno al cabo, insisto, se vive bien; eso queda reservado para los promotores, para los generadores de crisis, ajenos a cualquier sentimiento emparentado con lo humano, que es el territorio de la ética, de lo bueno, concepto indeterminado pero fácilmente determinable, ¿a que sí? Todos sabemos lo que es bueno y malo, y si no ahí esta esa voz interior que nos absuelve o nos condena, llámala conciencia, o mejor buena conciencia, porque hay conciencias tan laxas, tan relajadas… En fin, me gusta tu propuesta y más haberte conocido, Carme, si no estuviste en la Fiesta enteciana o, si estuviste presente, haber podido charlar contigo siquiera un ratillo. Felicidad y un beso.
Hola, Carme.
La emigración y la crisis como algo que rueda en espiral… Me encanta cómo has enredado dos temas tan sangrantes y tan cotidianos en nuestro mundo globalizado.
Un abrazo enormísimo y suerte con tu micro.
Muak para todo el 2017.
Una vida que parece una montaña rusa, empezar a salir de un hoyo para sumirse en otro: primero el maltrato, luego la emigración y la lejanía del hijo, y ahora la crisis. Todos los golpes van al más débil y tu lo has narrado con gran agilidad y maestría. Nos dejas muchas cosas en las que pensar.
Un abrazo,