66. La casa del mar..
Marina aún conserva ese candor que la distingue y su dulce sonrisa. No ha sido fácil regresar para ella. Abre la puerta despacio, entra en el salón, siente frío, el frío húmedo del mar que se cuela por el ventanal. Un sinfín de sensaciones vuelven a su memoria. Reviven los aromas familiares y el dulce eco de las voces amadas, recorre con una mirada todo el entorno para luego contemplar el cuadro que domina la pared desgastada. Marina se reconoce con su vestidito de espuma. Siempre ha estado ahí, junto al sillón preferido de su padre, se sienta, se arrebuja y cierra los ojos para evocar su presencia.
La ausencia y el silencio impregnan la estancia, unos pocos rayos dorados del atardecer se cuelan curiosos y parecen querer arroparla y poner una nota de tibieza.
Se acerca al cuadro y se detiene en la firma, que con el paso del tiempo es apenas visible, solo recuerda vagamente a la muchacha que la observaba cada día en la playa mientras pintaba.
Acaricia la imagen de la pequeña con ternura, muy suave, como si quisiera mimarla y protegerla para siempre..
Hola Miry
Tú protagonista regresa, siente y recuerda. Recordar es pasar dos veces por el corazón. Y al tiempo que rememora el abrazo del pasado, en el cuadro, quiere proteger a esa niña que fue.
Muy evocador tú relato . Enhorabuena
Hola Alberto, ¡Muchas gracias! por tu tiempo para leer y por tus palabras. Hacía mucho tiempo que no participaba, me ha hecho ilusión volver. Es un espacio muy bonito. ¡Saludos!
Miry realmente se encoge el corazón al leerte. Creo que, con o sin retrato, todos tenemos esa sensación que tan bien describes al regresar a los lugares de nuestra infancia.
Un abraso y suerte,
Hola Rosalía, te agradezco mucho la lectura y tu bonita reflexión. Es así como lo dices, regresar a los sitios que nos recuerdan momentos de nuestra infancia es muy intenso. Un abrazo.