31. INSÓLITA SALA DE EXPOSICIONES
Antes de manipular con sus manos infantiles ceras, acuarelas y pinceles Cris ya hiciera gala de su potencial artístico con materiales tan nobles como restos de fruta triturada, papilla o barro.
Sus trazos eran curvos, seguros y largos. Cuando descubrió las espirales sus creaciones se inundaron de ellas y adquirieron un cariz abstracto.
Sus progenitores siempre observaron con distanciamiento esta anodina afición.
Cuando Cris elude la estela empresarial que dejó su bisabuelo los inocentes lienzos se erigen en muros. A los reproches iniciales siguieron los pesados silencios. La peor torpeza fue ponerla en la tesitura de elegir.
Francisco se estrena como consejero. El hall, el ascensor, los pasillos, rezuman vetustos. Llega a la sala de juntas. Al cruzar el umbral el aire sorpresivamente parece ser liviano. El mobiliario es de madera maciza pero el color inunda las paredes. Contempla fascinado los lienzos que le trasmiten emociones encontradas. Una voz le sobresalta.
-¿Le gustan?
– Si mucho. Pero me sorprende encontrarlos aquí. Están como desubicados.
– Es un capricho del viejo, del presidente. Cada cierto tiempo aparece uno nuevo. Todos de la misma artista. Cuando expone, sea donde sea, envía a un experto con el encargo de adquirir el mejor.
Dolores, ahí queda este final tan abierto para que nosotros lo mmoldeemos. Suerte y saludos
Y la artista sabrá quién valora y compra sus mejores cuadros?
Me parece que no.
Ojalá fuera que sí.
Saludos,
Lo de «mamá, quiero ser artista» siempre ha sido un trago difícil de pasar. No porque no se entienda esa inquietud creadora, sino porque subyace la idea del artista muerto de hambre, de las dificultades que entraña ganarse la vida con los pinceles, o con la música… Tu historia tiene un final triste, pero en parte esperanzador: si nunca ha sospechado quién es su benefactor, lo descubrirá, sin duda, el día que herede la empresa familiar. Entonces quizá lamentará haberse alejado tanto, pero podrá hacer las paces con su pasado.
Suerte y un abrazo,
Gracias Calamanda, Isabel y Anna. La complejidad de las relaciones familiares. El enquistamiento de las desavenencias, la falta de diálogo, el dejarse llevar cada uno por su pasión o sueño y el orgullo de no dar el brazo a torcer. Un final abierto que deja una puerta abierta al acercamiento y reconciliación.