75. INTENCIONES OCULTAS (Ana María Abad)
Una mañana gélida. Un bosque solitario. Algunos copos revoloteando en el aire inmóvil. El lobo blanco y la niña de la caperuza azul se topan frente a frente, se miden con la mirada, se aproximan. Ella se inclina para enredar sus dedos en la suave pelambrera, lo acaricia, le susurra “tranquilo, no voy a hacerte daño”, mientras calcula mentalmente cuánto le pagarán en el mercado por esa magnífica piel. El animal ronronea, menea el rabo cual dócil perrito, le pone ojos tiernos que prometen mansedumbre y trata de acallar los rugidos de su estómago: no quiere perder el factor sorpresa.
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Un giro final que me ha dejado patidifuso. Primero la caperuza azul, luego la intención malévola y al por fin el pensamiento oculto del lobo. La trilogía del Padrino hecha microrrelato. Saludos y suerte.
¡Jajaja! Pues sí, ninguno de los dos es lo que aparenta, y por desgracia hay mucha gente suelta por ahí con ese doblez.
Muchas gracias por comentar, Antonio. Un besazo.
Actuar de una forma determinada mientras se piensa en hacer lo contrario. La cuestión es quién dará el paso, ya se sabe que «quien da (o pega) primero da dos veces».
Un cuento reescrito, más creíble que el clásico, modulado con imaginación y más acorde a estos tiempos, en los que las niñas no son, necesariamente, cándidas, o mejor aún, se reconoce que nunca lo han sido. El cambio de colores también le sienta igual de bien al relato.
Un abrazo y suerte, Ana María
Muchas gracias, Ángel. Pues sí, me gusta reescribir cuentos clásicos y darles otro enfoque en el que los personajes (ellos, no yo) elijan un camino diferente al tradicional. El tema de esta propuesta me pareció adecuado para ello. Me alegra que te haya gustado este pequeño ejercicio.
Un besazo enorme.
Dos ávidos cazadores que son presas a la vez. ¿Cuál de los dos vencerá? Y todo en un ambiente que tiene olor, color y sonido. Tanto es así que traspasa la ficción y sitúa al lector dentro de la escena.
Un abrazo grande, Ana
Qué alegría haber conseguido que te veas inmersa en el relato, pero ten cuidado con esos dos, que ninguno es de fiar.
Muchísimas gracias por tu comentario y un enorme abrazo de vuelta, María.
Engañar a un mentiroso es menos delito, ¿no? Efectivamente, el factor sorpresa es un plus, como el final de tu relato.
Eso dicen, Edita, supongo que estos dos piezas pretenden ampararse en eso para justificar su engaño. Pero el factor sorpresa solo funciona si el otro no está alerta…
Muchas gracias por leer y comentar. Besos.
Con mucha fluidez , casi telegráfico, va pasando la secuencia del encuentro entre estos dos famosos personajes. La diferencia con el cuento llega al final , cuando descubrimos que ella no es una linda y delicada niña. Ambos miden sus fuerzas ocultando las verdaderas intenciones.
Una revisión muy actualizada! Estoy segura que el final no se parecería en nada a la versión original.
Tienes razón, Rosa: si reescribiera yo el final del cuento, posiblemente sería muy distinto al de siempre, porque ni el lobo es tan perverso como siempre lo pintan (lo guía solo la supervivencia), ni la niña es tan ingenua. De hecho, puede haber varios finales alternativos muy diferentes entre sí, según el humor que uno tenga al empuñar el bolígrafo. Y que los personajes se dejen, claro.
Gracias por pasarte y comentar. Besos.
Madre mía, la que se va a liar en ese bosque… Lo bueno de este micro es que lo ves, como si fuera en vivo y en directo. Ahora falta la batalla final. ¿Sacará la Caperu cuchillos ocultos, atacará el lobo? ¡Lo veo, es que lo veo! Un abrazo fuerte, Ana María.
¡Jajaja! Pues ya me contarás lo que ves tú exactamente, porque cada uno puede girar el desenlace hacia donde quiera, es lo bueno de los finales abiertos, aunque este no tiene pinta de terminar con las consabidas perdices, la verdad.
Por cierto, que sepas que de esta idea tienes tú parte de culpa (y que conste que te lo avisé). Para más info, véase mi relato de diciembre «En blanco y negro» y nuestro intercambio de comentarios.
Un besazo enorme, Aurora.
Cualquiera se fia, Ana María. Muy original la vuelta que le has dado al cuento. ¡Suerte!