49. Jani murió de sabañones
Según la ciencia debí conocer a Jani a la edad de 3 o 4 años. Recuerdo que un día yo estaba sentado en el suelo jugando con un Fort Apache de empalizada de madera (no de plástico) con su torre de vigilancia, su saloon y sus soldados de uniforme azul y pañuelo amarillo al cuello.
Supongo que en algún momento debimos discutir o quizá Jani no estuvo a la altura de mis expectativas. El caso es que me levanté y fui a la cocina a contarle a mi madre que Jani había muerto.
—¿Y de qué ha muerto?
—De sabañones —respondí.
Imagino ahora sus esfuerzos por mostrarse cariacontecida, aunque la verdad es que no hacía falta.
En esa época los sabañones eran una constante, como también el papel el Elefante, los gorgojos en las lentejas a granel, los cables de la luz trenzados recorriendo las paredes o las cisternas a la altura del techo. Y a mí, tanto oír hablar de ello, tener sabañones debía parecerme una enfermedad terrible que ocasionaba la muerte. En consecuencia, maté al pesado de Jani a base de sabañones, porque, bien mirado, lo maté. Yo lo había creado y yo lo desterré de mi imaginación.
Diferente con tintes del ayer.
Me hizo sonreir y me gustó su originalidad.
Muchas gracias, Manuela. Me alegro que la historia te haya hecho sonreir.
La imaginación es la mejor amiga de juegos de los niños, les sirve para transformar la realidad que les rodea o para relacionarse con ella. En su mundo imaginario son el personaje principal y se deshacen de los secundarios cuando quieren, como tu protagonista que hace morir a Jani de sabañones nada menos.Bienvenido, Carlos. Me alegra mucho, muchísimo encontrarte por aquí. Un besuco y mucha suerte.
Muchas gracias, María José. Tu has sido mi referente y la que (sin saberlo) me ha impulsado a unirme a ENTC. Un besazo