94. Jaque al verde
La caída del sol tiñe de tonos verdinegros la espesura que flanquea el amazonas. Desde los cuatro puntos cardinales, varias partidas de cazadores regresan al poblado con escasas piezas e idénticas noticias acerca de enormes bestias de patas redondas deambulando sobre la selva violada. Gesticulan, jadean, extienden sus brazos en un vano intento de dibujar en el aire la amplitud de la tierra removida, desarraigada de troncos y sombra. Su lenguaje sabe de sonidos, de estaciones, no de devastación; no tienen términos para describir exterminio, ni verde talado, ni lechos de inabarcable marrón; su lenguaje solo sabe de colores.
La memoria de la sabiduría erizó la piel de los ancianos cuando escucharon entre los gestos esa última palabra: marrón. El más viejo se levantó despacio y sin dejar de mirar al suelo exhaló un lamento que escarcharía la sangre y la savia bajo el dosel oscurecido: «el color del fin del mundo».
Hola, Antonio. Está más que bien elegido el título. Es cierto que la tierra está en jaque, y el que no quiera verlo es que está ciego. Tenemos un marrón muy grande que solucionar. Ojalá seamos capaces de remontar la partida, aunque la cosa no pinta muy bien.
Buen relato. Suerte. Un cálido saludo.
La verdad es que no pinta bien la cosa, no. Seguramente pondremos remedio, pero cuando el interés por seguir vivos supere al interés económico, y para eso, me temo, aún falta.
Gracias por leer y sobretodo por comentar.
Un saludo, Barceló.
Una llamada de atención a las conciencias, desde tu estupenda pluma siempre certera.
Suerte y saludos de afecto.
Gracias Maria Jesús. Me alegro mucho de poder leerte también por aquí.
Un abrazo.
Me encanta este zarandeo a lo más interior de cada uno. Parece que los jóvenes nos están dando una lección, ojalá como comentais no sea tarde. Suerte.
Besicos mauchos.
Afortunadamente, no creo que sea tarde, pero es algo que nuestra generación debe afrontar, ya.
Gracias por tu comentario, Nani.
Un beso.
Lo lei en voz alta y suena a poesía.
Te agradezco mucho que me lo hayas dicho, Héctor.
Mil gracias.
Hay tonos que hablan de vida y esperanza, la devastación y el paisaje de piel desolada se viste con otro más apagado.Tendríamos mucho que aprender de esas personas escondidas en lo que aún va quedando de naturaleza, que aprendieron a vivir de ella y con ella, a tratarla con respeto porque saben que los destinos van unidos. Los seres tecnológicos al otro lado de las selvas hemos olvidado de dónde venimos, condición indispensable para saber dónde vamos y si hay un futuro.
Un tema muy bien traído, una prosa muy trabajada, fruto de una pluma que siempre merece ser leída y releída. Hablando de leer, me alegra volver a hacerlo. Ya echaba de menos tus letras.
Un abrazo grande y suerte, Antonio
Que gusto volverme a topar con uno de tus comentarios, Ángel. Certero, atento y respetuoso como siempre.
Es un lujo poder tenerte cerca. Gracias.
Un fuerte abrazo.
Jaque mate al verde.
Y cuando leo «marrón» (y estando de acuerdo con todo lo dicho y contado) caigo en la cuenta de que marrón es el color de la Tierra, el planeta en el que vivimos
Cuando desde el cielo predomina el marrón en la casa del verde, mal asunto. Tenemos un planeta con múltiples colores, el mono desnudo debería dejarlos como estaban
Gracias por tu comentario, Luisa.
Un beso.
Qué tristeza, Antonio… Desolación ante una bella descripción de una triste realidad.
«selva violada», » desarraigada de troncos y sombra», «marrón… el color del fin del mundo»
Ojalá que podamos parar a tiempo esta locura, pero creo que son pocos los que miran más allá de su mundo immediato. ¿Cómo podemos ayudar a impedir la deforestación? (Amazonas, Indonesia…) Sentimiento de impotencia.
Relato para remover conciencias y además, como te digo siempre, escribes bonito 🙂
Un beso.
Carme.
El verde acogía la tierra que se nos regaló, pero poco a poco vamos mutilando el color de la esperanza y expandiendo el tono de la desolación. Un enorme placer volver a leerte, Antonio. Un abrazo y suerte.