112. Juegos olímpicos (Luisa R. Novelúa)
Muy sonriente y con los ojos chispeantes muerde la galleta María mientras saluda con la mano frente al espejo. Con solo cinco años tiene muy claro lo que quiere ser de mayor, y lo ha anunciado con determinación en una de las comidas familiares en casa de los abuelos.
Nadie parece tomarla en serio. Incluso hay quien se atreve a recordarle que sale corriendo en busca de unos brazos salvadores cada vez que las olas se acercan para atraparle los pies. Pero después de insistir hasta el berrinche, su madre ha acabado por transigir y le ha comprado el gorro, los manguitos y el churro de flotación que la esperan almacenados en el armario de los juguetes.
Hoy está muy contenta. Es el primer día de colegio tras las vacaciones estivales. Cuando ve a Lucía, las dos niñas se lanzan a un reencuentro lleno de risas. Sabe que puede contar con ella. De hecho, su amiga acepta su decisión sin cuestionarla, y a partir de ese momento la llama Mireia.
Simpática y sensible historia la que nos cuentas. La inocencia infantil frente a la objetividad de los mayores. La generosidad y cariño de la madre y, para terminar, la amistad incontestable de las niñas. Suerte y saludos.
Tiernísimo relato que pone de manifiesto una realidad, los niños y los jóvenes se miran en el espejo de nuestros deportistas y en sus éxitos. Es un buen espejo donde mirarse pues gente como Mireia y tantos otros son excepcionales.
Me ha gustado mucho, felicidades.
Un abrazo.
Jesús, Asunción, Ana, muchas gracias por vuestros comentarios. Un abrazo.