JUL111. EL VIAJE ME ENSEÑÓ, de Héctor Hernández
Después que me enlisté en el 65º Regimiento de Infantería y zarpamos de San Juan rumbo a Corea, entendí dos cosas. La primera: que si lograba regresar a la isla vendría hecho un hombre duro y no el niño soñador que entonces era. La segunda (en caso de regresar): que la vida que yo conocía de jugar en fincas de plátano y ñame, de bañarme en ríos de agua clara, y de escuchar los cantares de coquí al caer la tarde, se vería trastocada por nuevas y terribles vivencias donde andaría por sembradíos de cuerpos, palparía la sangre seca sobre la arena, y escucharía sólo la tonada de la metralla y la tanqueta.
Recién había salido de la clase de biología y el recreo apenas comenzaba, pero al contemplar la escena tan cruda que se dibujaba en mi mente, decidí no jugar más a los soldados. Que otros fueran a pelear si así lo quisieran, pero yo me quedaba con mis plátanos, con mis ríos y con el singular canto del coquí.
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Muchas gracias, Ana. Saludos y suerte para ti también.