JUL142. JUEGO DE NIÑOS, de Concha García Ros
Preferiría no hacerlo –pensó suspirando, mientras lanzaba la última canica al caudal del río. Va por ti, viejo amigo. Que volvamos a vernos.
Recordó cuando él y Ariel jugaban en esta misma orilla y, cuando encontraron aquella bolsa enmohecida detrás del sauce. No recuerda quién la vio primero, tampoco importó, porque decidieron compartir las canicas sin dudarlo, como lo compartían todo.
Esas canicas de colores que contenían deseos por cumplir, pero que también exigían un precio por ellos. Entonces no lo sabían. Era sólo un juego, la imaginación desbordada de dos niños pequeños.
Ariel las había usado todas, había vivido una vida intensa y divertida, pero corta, demasiado corta.