JUL96. EL PUEBLO, de Ana Rosa de Artíñano Comin
¡¡Siempre quise volver al pueblo de mi infancia.!!!
El viaje me enseñó demasiadas cosas y me hizo rememorar otras tantas que habían permanecido durante muchos años guardadas en el armario de mi memoria.
Volví, un día cualquiera con la madurez ya instalada en mi cuerpo y con ojos asombrados miré todo minuciosamente y recordé : sus calles, su defectuoso empedrado, los colmados atiborrados, el mercadillo de los sábados, la plaza con la fuente de los siete caños, la pineda, el tañir de las campanas golpeando el paso del tiempo, la casa Fontova del 1800 donde consumimos parte de nuestra adolescencia, con su laberinto de cuartos, su sala de juegos y su jardín encantado donde quedaron nuestros sueños prendidos en las ramas de sus frondosos árboles.
El «entoldado» de la fiesta Mayor donde dimos nuestros primeros pasos de baile agarradas al príncipe de nuestros sueños antes de que se convirtiera en rana.
Intenté hallar a la gente de antaño y descubrí con tristeza que la gran ciudad se los había llevado.
Me alejé de allí con melacolía, el paso del tiempo se había encargado de borrar las huellas y esconder, hábilmente, entre sus esquinas el pasado.
Será que vengo con las pilas recargadas o no, pero me encanta tu relato porque creo que no pondría ni una coma,(valga la redundancia),y además valdría para mi pueblo y el de tantos otros.
Es una vivencia que me llega y punto.(valga la redundancia).
Un beso Ana rosa.
Tu melacólico relato me ha traido a la memoria a nuestro desaparecido en cuerpo, que no en canciones, José Antonio Labordeta y a tantos pueblos abandonados del alto Aragón.
«Regresaré a la casa,
la casa de mi padre,
abriré la ventana
y que la limpie el aire.»
Es muy original la metamorfosis inversa que empleas sobre la rana principesca. ¡Cuánta razón tienes».
Saludos Ana Rosa.