JUN04. EL REGRESO, de Blanca Oteiza Corujo
Tras bastantes años sin volver al pueblo donde pasé los veranos de mi infancia, este año lo haría. En este viaje me acompañaban mi marido y mis hijos que preguntaban ya ansiosos “Mamá cuándo llegamos”.
Desde lo alto del monte ya se comenzaba a ver el azul del mar y la carretera empezaba a serpentear hasta el puerto lleno de barcos inundando de color el agua.
Aparcamos y caminando nos dirigimos hasta la parte más baja del pueblo que se levantaba empinado en la falda de una ladera. Al llegar no reconocí mi querido recuerdo, las calles atestadas de turistas se pegaban por el protagonismo, se daban codazos para atraer a más curiosos a sus tienditas de souvenir o a más comensales en sus tascas. ¿Dónde habían quedado esas callejuelas empedradas con las mujeres de los pescadores en la puerta de sus casas cosiendo las redes, dónde estaban las solitarias gaviotas comiendo los restos de pescado en las inmediaciones del muelle? Se habían desvanecido como la noche en el día, era como si el viento se hubiera llevado los recuerdos de mi infancia.
Buen relato, Blanca. Suerte. Miguel Angel y Ana.
Gracias.
Qué bien expresada la agonía de cualquier población costera, sepultada por el afán veraneante y el turismo mal enfocado. Muy entretenido, reivindicativo sin abuso, y tierno.
Gracias Pablo.
Blanca
Efectivamente refleja muy bien como nuestros recuerdos no casan a veces con la realidad
Mercedes