JUN11. SIN CAMBIOS, de María del Carmen Guzmán Ortega
Trajes de modistos famosos, relojes de marcas, viajes en avión privado y veraneos en hoteles de lujo, todo ello sin importarle el color ni la procedencia de su dinero que él mismo enjabonaba, lavaba y aclaraba en la lavadora de su conciencia.
Cuando la palabra “crisis” llegó a su vida, ni se inmutó. Su cuenta corriente había crecido tanto que necesitaría tres vidas para poderla disfrutar.
Su mujer podría seguir luciendo joyas, trajes de marca, peluqueros de élite, arreglitos en su cuerpo a manos de cirujanos famosos y abrigos de pieles de focas apaleadas. Los niños seguirían acudiendo al colegio más caro de la ciudad, seguirían acudiendo al club de tenis y la familia no tendría que renunciar a las vacaciones ni su “amiga” se vería obligada a abandonar el nidito de amor.
Por eso, cuando se vio en el juzgado, no le sirvió de nada su apelación: se descubrió el lavadero y dio con sus huesos en la cárcel, su mujer vistió de rebajas, los hijos tuvieron que ir a un colegio público y la amiga se fue con otro.
Y como tenía experiencia, durante muchos años, siguió purgando sus delitos en la lavandería de la cárcel.
Buen final para tanto chorizo. Suerte.
Tu relato refleja realidades muy bien. Pero todo esto que está ocurriendo en la sociedad nos hará a todos mejores personas.
Ojalá, amigos. Sólo nos queda eso, la repulsa, el pataleo y la denuncia.
Gracias