JUN171. MARCISO, de Antonio Diego Araujo Gutiérrez
Narciso quedó prendado de su reflejo sobre las aguas cristalinas del estanque, no porque le embelesaran las proporciones perfectas de su rostro de adonis, sino porque soñaba con ser el que estaba al otro lado. Una lengua de espuma le tomó de la nuca y él, dejándose llevar, frunció la boca esperando el relajado encuentro de sus labios.
Cuando Némesis encontró su cuerpo inerte hizo desatar la furia de los dioses al comprobar que su venganza no había sido sino una liberación.
Bonita y poética recreación del mito.