JUN69. CAMBIO DE AIRES, de Teresa Oteo Iglesias
Llegó el viento y se llevó las nubes y con las nubes la lluvia. Llegó el viento y se llevó con él las flores que no hubo, las que perdurarán para siempre en tu imaginación y en mis recuerdos; esas flores que cubrieron los campos de mayo con un brillante y luminoso color amarillo y que algunos nunca pudieron ver.
Llegó el viento y giró la veleta que hasta entonces había guiado mi vida.
Todo sucedió una calurosa tarde de verano, el solano soplaba con fuerza cuando una ráfaga inesperada se llevó mi sombrero, revolvió mi pelo y cambió mi destino; un destino incierto como las nubes de tormenta en noches de primavera y que me causaba una sensación de vacío en el estómago, una aparente calma que precede a la tempestad. De repente lo vi claro: coloqué mis rizos en su sitio, recogí del suelo mi pamela, saqué pecho y con decisión me dirigí a casa, me planté delante de mi marido y le dije:
– He despejado mis dudas: voy a ser mujer del tiempo.
Hay una segunda persona en el primer párrafo que me pierde un poco con respecto a la segunda parte del relato; es como si el relato se concentrara más en el segundo párrafo; y ese final inesperado que coloca (o descoloca) todo.
Sí, descoloca pero a mí me ha hecho mucha gracia el quiebro final. Suerte.