JUN71. SARGAZOS, de Mei Morán
El barco no dejaba de resbalar en el mar. Las olas y la tempestad se lo rifaban. En babor se amontonaban los marineros y no eran capaces de dominar las velas. Algunos empezaron a malrezar porque porque se habían olvidado de las plegarias, mezclando el credo con el padrenuestro. El capitán anunció que hacían aguas y se encomendaron todos a Dios. Cuando lo habían dado todo por perdido empezó a amainar. Repararon la cubierta en una ambiente de alivio. Los días siguientes, la embarcación quedó incrustada en una calma chicha, que al principio alegró a la tripulación. Sin embargo, pasaron los días y no circulaba ni gota de viento. Fueron gastando las reservas y el agua ya les escaseaba. En su desesperación los hombres se lanzaban al mar infestado de tiburones, enredándose en las algas. Los últimos marinos murieron de sed, antes de que el navío ya fantasma, y, por fin, ligero de peso, lograra moverse en dirección a América.
Son malos los extremos en la vida: tempestad y calma chicha (me encanta esta expresión). Me pregunto si alguno de los tripulantes conservó la serenidad ante estos avatares. A mí el mar me parece evocador, me inspira siempre una analogía con nuestros estados de ánimo.
Un beso.
Tu relato me produce escalofríos… la muerte, el viento y el mar¡vaya trío! ideal para helar la sangre.
Abrazos y mucha suerte compañera.
Paloma Hidalgo
Después de la tempestad siempre llega la calma, pero en este caso cabría añadir, viene y se lleva las almas.
Enhorabuena por tu relato, Mei.
La tempestad, la calma y ese volver a andar que siempre viene después, aunque en esta historia haya llegado demasiado tarde.
Un relato muy rico y ambientado. Me gusta.
Mucha suerte, Mei. Un abrazo.
Muy bueno. ¡Felicidades!