JUN80. LO QUE DEJÓ EL VIENTO, de Eva Castro Outeriño
Tras una noche agitada, en la que el viento gritó sin cesar a través de las ventanas, nos despertó una mañana cálida y silenciosa. Iris aún echaba mucho de menos a su padre y aunque cada noche buscaba una excusa para quedarse a dormir acurrucada a mi lado, ésta vez fui yo la que le dije directamente que se acostase en mi cama. En noches como aquella echaba terriblemente de menos a Javier, la necesidad de abrazarme a él cuando el viento protestaba se veía apenas cubierta con la presencia de mi pequeña… Cuando esa mañana tras desayunar fuimos a ver el progreso del gusano de seda y contemplamos emocionadas la transformación de éste en una frágil mariposa de maravillosos colores, Iris pronunció cuatro palabras: cambió como el viento, dijo sonriendo ilusionada. Y yo, la miré fijamente viendo en su rostro por primera vez el inmenso parecido que ella guardaba con su padre, fue como si esa noche el viento hubiese realizado más de una transformación en nuestro hogar. Había llegado el momento de recomponer nuestras vidas.
Hay una leyenda sobre el lenguaje del viento que dice que a cada uno nos habla en nuestro idioma y que siempre trae noticias de lejos. No sé donde lo leí, pero me ha recordado a tu relato.
Suena muy bien lo de esa leyenda, estaría bien poder leerla al completo… Gracias por leer mi relato, Isabel. ¡Un abrazo!
Eva Castro