JUN93. EL VIENTO DE LA CULPA, de Juan Carlos Garzón Encinas
Ocurrió durante la celebración del sexto cumpleaños de Luis, cuando apagaron las luces uno de nosotros le levanto el hábito y… ¡zas!. El grito de la Hermana Sara resonó por toda la finca. “El tocamiento de la monja” como llamaríamos todos al asunto a partir de entonces no debió pasar de simple chiquillada, pero Tía Virtudes lo convirtió en asunto de Estado y se nombro una comisión de investigación. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos los cuatro implicados pactamos no confesar nunca jamás quien fue el autor, culpasen a quien culpasen, y culparon al primo Jaime. El viento de la culpa soplo fuerte en su dirección durante mucho tiempo, pero en la celebración del vigésimo sexto cumpleaños de Luis, Tío Anselmo volvió a sacar el asunto
– Os acordáis de… dijo entre risas
– Pues yo creo que no fue Jaime, dijo mi hermana Alicia
Y la culpa cambio como el viento, de forma inesperada y caprichosa; viro ligeramente hacia mi hermano Héctor, soplo indeciso hacia Luis y tras algún titubeo arrecio claramente en mi dirección; ya son tres años soportando un vendaval continuo de culpa, en cualquier momento cambiará.
Tengo que confesar que fui yo¡¡¡ Y no me arrepiento jo jo jo jo Muy divertido
Jo Jo Jo Jo, espero que te persiga la monja Sara y te dé una colleja. Y la tía Virtudes, te castigue.
Tu escrito solo habla de una gamberrada, con unas cuantas ironías y después usas el viento de una forma muy certera como dedo acusador. Está logrado.
Quiero aprovechar este relato para hablar del acoso. Quienes lo ejercen ante el miedo de las victimas, a veces, solo es una simple inocentada pero poco a poco y jaleado por otros que se añaden y se acoplan a ese mismo proceder lo convierten sin querer en algo que se las va de las manos. La víctima sufre daños incontables de todo tipo y destruyen poco a poco su vida. Luego, si ésta hace algo irreparable, todo el mundo de alrededor y empezando por los propios culpables, nadie pensaba, nadie sabía…
Y si sigue viviendo, está estigmatizada para toda su vida.
Los culpables que son unos psicópatas poco les importa… ¡ahora, no les toques a ellos un pelo, que como fieras se revuelven!