JUN99. EL ESPECTRO, de Ángeles Gómez (Geli / Julieta Vigo)
Apenas tuve tiempo de despertarme y la pesadilla se transformó en realidad. Al pasar junto al espejo lo vi. Se reía con la boca muy abierta, desencajada, sujetándose el vientre con las manos. Cerré los ojos y cuando los abrí, allí seguía el espectro, con aquellas convulsiones de risa silenciosa. Me aparté asqueada.
Esa madrugada había llamado a Julián. La discusión, sin sentido, se prolongó hasta llegar a las vejaciones y las palabras afiladas, cargadas de hiel. Después de años de relación, uno tras otro, los reproches se amontonaban como naipes, y él se envolvía en la indiferencia; un escudo para no caer más hondo. Alcé la voz y, el monólogo, quedó interrumpido cuando él colgó.
Agotada, los sueños me atraparon en aquel espejo y aquella boca desfigurada por esa risa malévola.
El sonido del teléfono me despertó.
Accidente de coche. Julián muy grave en el hospital, leí en mi móvil.
«¡Julián ingresado en el hospital con la cara destrozada. ¡Maldita sea!».
Traté de entender qué vida nos esperaba. El espejo me devolvió la imagen de una mujer desorientada, hundida y profundamente triste y, al fondo, al espeluznante espectro, retorciéndose de risa en el suelo.
El ambiente desubicado y sembradito de malditismo me ha atrapado; la entidad de cómo se supone que son lo espectros -sin baremos que podamos apreciar- queda reflejada. ¡Caramba! ¡¡Apuntaros una, sí señoras!! O lo que es lo mismo . . ¡¡Sí Señor me ha gustado y me ha dejado en trance!!