35. La batalla (Esther Cuesta)
La habitación del abuelo es muy extraña. Tiene las paredes llenas de pinturas con cañones y se pasa los días, sentado en su sillón, contemplándolas. A mí me dan miedo, él más que los cuadros; no habla ni me mira cuando me atrevo a jugar cerca, sólo observa los morteros. Dice mamá que el abuelo y su primo salieron del pueblo siendo muy jóvenes, casi unos niños, para ir a la guerra. Eran como hermanos y nada más llegar, los enviaron a un barco en el frente y les nombraron artilleros. El abuelo regresó pero su primo no; murió en la primera andanada. Hoy se ha puesto muy malito y me he acercado a su cama. Creo que me ha visto por primera vez y con lágrimas en los ojos, señalando a la pared, ha balbuceado —le mandé esconderse,.. “Detrás del cañón”, le dije, “detrás del cañón”, no sabíamos… retroceso— Y se ha dormido.
No se lo qué ha querido contarme pero dice mamá que por fin ha descansado.
Se intuye una historia terrible entre los primos, secuelas de una guerra que le atormentaron de por vida. Me inspiran mucha ternura las historias de abuelos y nietos.
Mucha suerte y un abrazo.
Hola, Esther.
Es cierto lo que me decías de coincidir, y tanto que sí.
Me parece una de esas historias terribles que nos dejan las guerras y que nunca abandonan al que las vivió.
Un besazo. Me encanta.
Tu relato deja entrever una vida atormentada por el pasado vivido, la sensación de que la culpabilidad pesó tanto sobre él que no le dejó volver a ser el mismo.
Tras una guerra nadie queda inmune ni los familiares de los muertos, ni los heridos, y ni siquiera los que se supone han sobrevivido.
Es tan terrible que en todos deja huella.
Muy bien expresada tu historia. Un fuerte abrazo. Gloria
¡Ay, pobre abuelillo! Toda su vida cargando con unas culpas que no merece. Cuántos chavalillos han sido sacrificados en guerras absurdas, cuántas vidas jóvenes perdidas, por muerte o por las secuelas que les quedaban. Lo has expresado a la perfección, Esther, un beso y enhorabuena.
Esther, si es popsible que con el final le llegara la paz, esta historia deja entrever mucho mas de lo que dice. Suerte y saludos
Al fin le llegó la paz.
Descubrir al nieto, dscargar su conciencia y morir en paz. Todo al mismo tiempo sin posibilidad de haber sido feliz durante su vida.
Triste historia de quien se siente culpable sin motivo.
Saludos.
Heridas que no cicatrizan, mala conciencia, historias terribles…eso dejan las guerras.Mucha suerte, Esther. Un beso.
Si, son historias que por un motivo u otro nos llegan y afectan a tod@s. Saludos y suerte, Esther.
Buffff…que narración. Veo al abuelo aún como a un niño temeroso del castigo, de la culpa, liberado por fin del secreto.
Al final me has emocionado.
Gracias a todos por comentar. Ninguna guerra es buena y la que se libra dentro de uno, tampoco. Un abrazo grande
Hola Esther,
Conoces Melotemía? En ese espacio encontrarás tu conmovedor relato. Espero que te guste la música que he elegido.
Un beso.
No suelo entrar por el escaso tiempo del que dispongo, pero me he emocionado al sentir la música con la historia. Gracias, gracias y gracias, no me cansaré de darte las gracias.
Tu relato es una obra de arte, así de claro, me recuerda la atmósfera tan asfixiante a obras como Nada de Laforet; casi nada eh, si es que si eres la campeona es por algo. Enhorabuena por tus relatos.
Vaya relato Esther. Que imágenes y que recuerdos los del abuelo. Su vida debió ser un pozo de remordimiento. Y todo ello lo podemos sentir y vivir por tu gran talento escribiendo.
Un beso artista.
Con qué buenos ojos leéis mis cuentos, compañeros. Os lo agradezco de corazón.
Hay cosas que marcan para toda la vida. Errores, dolosos o imprudentes, que resultan una carga que al final puede llegar a ser insoportable. Has ensamblado a la perfección los recuerdos, la guerra, los cañones y el presente para explicarlo. Mucha suerte 🙂