33. LA CANCIÓN PROFÉTICA
“Angelitos míos venid, angelitos venid” se escuchaba a lo lejos en las noches que precedían siempre a la noticia de algún suicidio o muerte repentina.
Yo esperaba que esa voz clara y suave se acercase a mi casa.
“Angelitos míos venid” y yo quería ir, pero no podía. Hasta que una noche, la canción sonó tras la puerta.
Al día siguiente , Tomás, el pobre tonto como le decían en el pueblo, me sonrió y susurró a mi oído, “angelito ya no sufrirás más”, mientras enterrábamos a mi padre.
¡Qué bien desasosiegas! Angelito…
Un relato que enseña dos cosas: Que cada cual tiene su momento y su propio final; como también que, a veces, las personas en apariencia más sencillas, son las más sabias.
Te echamos de menos en Arzúa, Begoña.
Un abrazo y suerte