02. LA CARTA – EPI
Me siento en mi butaca.
Coloco la carta encima de la mesa camilla.
No tiene remite, quizás no quiera un reencuentro.
Mi nombre y la dirección están escritas con una letra que no conozco.
En una esquina, pone querido hermano.
Me doy cuenta de que estoy llorando, porque una lágrima ha caído sobre querido y la tinta se está diluyendo en lenguas azuladas.
Debajo del cristal, enmarcada por hojas rojo-amarillentas del Campo Grande, está la foto de mi hermana, un año antes del suceso.
Del bolsillo de mi batín, saco el reloj infantil que llevaba aquel día, está parado en la hora en la que ella desapareció.
Lo coloco al lado de la carta y miro hacia mi reloj de pared.
Por extraño que parezca, le faltan unos minutos para que coincida con la hora maldita.
El destino quiere que la lea en el mismo minuto.
Mis dedos nudosos por la artritis intentan abrir la solapa de la carta.
No puedo, está muy pegada. Cojo el estilete y lo introduzco por un borde.
A punto de abrirla, un ruido me sobresalta y me hiero en la otra mano sangrando copiosamente.
El timbre de la puerta no deja de sonar.
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Con ágiles pinceladas nos describes una historia inquietante, cuyos pormenores no conocemos en detalle, pero todo parece escrito de antemano; un pasado que no puede eludirse que condiciona el presente, una desgracia pretérita y algo parecido a una maldición que parece repetirse.
Un relato perturbador, más escalofriante a medida que avanza, que deja con ganas de más. Creo que daríamos dinero por conocer quién pulsa el timbre de la puerta con insistencia.
Un abrazo y suerte, Epi
Intrigante, misterioso, turbador e inquietante, muy inquietante…
JA JA, el misterio viene de la hermanita engullida por el tragabalda.
Un abrazo para ti.
La respuesta se acerca Edita.
Un abrazo.